Sunday, December 29, 2013

El Chaparrastique: erupción y leyenda

El Chaparrastique no siempre tuvo un cráter.
Hasta unas dos décadas antes de que el capitán Luis de Moscoso fundase —en 1530— la villa de San Miguel de la Frontera, la cima del volcán que se alza imponente al oeste migueleño era cónica.
La fecha aproximada de creación del cráter figura en “Los Volcanes Activos de Guatemala y El Salvador”, un estudio publicado por el científico alemán Helmut Meyer Abich en 1956, unos seis años después de llegar a El Salvador.
El geólogo salvadoreño Carlos Demetrio Escobar detalla aquí las numerosas contribuciones de Meyer Abich al estudio de la vulcanología en El Salvador.
Portada del dlcumento de la Sociedad Geológica Americana
Portada del documento de la Sociedad Geológica Americana
Escobar es uno de tres autores del estudioPhysical and chemical evolution of San Miguel volcano, El Salvador” (Evolución física y química del volcán de San Miguel, El Salvador”), parte de la serie de investigaciones sobre “Natural Hazards in El Salvador” (Peligros naturales en El Salvador) que The Geological Society of America (Sociedad Geológica Americana) publicó en 2004 y en el cual se cita la conclusión del científico alemán.
Craig A. Chesner y Carlos R. Pullinger [el primero, de Eastern Illinois University, y el segundo, colega a esa fecha de Escobar en el Servicio Geológico de El Salvador], dicen también en la investigación:

“Los primeros recuentos históricos [del volcán] de San Miguel se hicieron en 1586 e indican que ya el cráter principal de la cima existía para ese entonces, aunque se sabía que antes el volcán tenía un cono al tope.

Friday, December 27, 2013

Joan Manuel Serrat, un Mozart catalán

Imagen de Serrat en su sitio oficial
La imagen de Serrat en su sitio oficial 
Quienes saben de música —de manera más específica, quienes saben de ópera— les dirán que hay un elemento muy singular en la obra de Wolfgang Amadeus Mozart.
“Se dice, con frecuencia, que Mozart escribe gratamente para la voz”, apuntaba hace ya varios años el catedrático canadiense Joseph K. So en este artículo, en el cual cita a una de las intérpretes de la obra mozartiana reiterando lo que opinan muchos de sus colegas: “Una vez que se aprenden, sus melodías son ejercicios fabulosos para la voz”.
“Cantar a Mozart puede parecer engañosamente ‘fácil’ ”, apunta luego So, porque el secreto reside, en parte, en la “capacidad de sus intérpretes de satisfacer tan bien las demandas técnicas de manera tal que la vocalización se proyecta como si no implicase esfuerzo alguno”.
Hace ya poco más de siete años que un barítono de fama mundial [cuyo nombre se me escapa de momento] ejemplarizaba esa cualidad mozartiana durante la transmisión, en la TV pública estadounidense, de uno de los numerosos programas especiales con motivo del 250 aniversario del nacimiento de Mozart.
Sin temor a equivocarme —y sin ser, naturalmente, conocedor de ópera ni experto en música— creo que lo mismo podría decirse de las canciones de Joan Manuel Serrat .
Oye uno a Serrat que canta El Titiritero y se la cree fácil. E igual podría decirse de cualquiera otra de sus interpretaciones, como sería la balada Qué Va a Ser de Ti.
Carátula de Mediterráneo
Carátula de Mediterráneo

Prácticamente su contemporáneo —me lleva apenas cinco años, de manera que cronológicamente Serrat y yo hemos surcado por los mismos espacios—, fue allá a principios de los 90 que tuve la oportunidad de entrevistarlo cuando llegó a Washington, D.C., para una actuación.
En esa época laboraba entonces como corresponsal en Washington de la agencia mexicana de noticias, notimex, y, como podrán enterarse aquí quienes por algún motivo desconozcan los antecedentes, hubo y habrá siempre en Serrat mucho agradecimiento hacia México. Esa gratitud la reiteró en el breve intercambio que sostuvimos.
Algo que sucedió momentos antes, sin embargo, me agradó mucho más que la oportunidad de conversar con Serrat.
Credenciales de periodista colgando al cuello, esperé discretamente a un costado mientras Serrat saludaba a unos cuantos de sus fans [ese es el uso generalizado, lo correcto sería fanes, nos dice el Diccionario Panhispánico de Dudas] antes de aproximarme cuando solo quedaba una de sus admiradoras.
Cortés, pero firme, Serrat me indicó que siguiera en espera. Y así lo hice.
Esa última admiradora era la madre de mis hijas y fue esa la razón por la cual soslayé, momentáneamente, mi discreción. Serrat no lo supo jamás, porque no había por qué decírselo. Pero nada pudo complacerme más que tener la oportunidad de apreciar un gesto tal.
Hoy, 27 de diciembre, Serrat cumple 70 años. Fue también un día 27 [de enero, en 1756] que nació Mozart. Otra coincidencia, naturalmente.
La cualidad mozartiana del catalán hace que yo siga por ahí empeñado en creer que sea fácil cantar como lo hace él [lo mismo podrían decir muchos otros]. La anécdota que acabo de relatarles me hace pensar que todos tendríamos más éxito si tratáramos de imitar su calidad humana.

Friday, November 22, 2013

La muerte de JFK, medio siglo después

Hacía un sol abrasador y un calor agobiante.
Nada fuera de lo común en términos de San Miguel —oriente de El Salvador para los foráneos.
Noticia de un atentado
La portada de la extra
La broma perenne entre los “garroberos” [término peyorativo en un principio, luego adoptado como hipocorístico por los migueleños] es que si la temperatura baja a por ahí, digamos, unos 24 °Celsios, es el equivalente de que está nevando en el valle del Siramá.
Hacía, digo, un sol abrasador y un calor agobiante.
Estaba junto a una de las bombas de la gasolinera, enmedio de la isla de servicio, cuando el locutor de la radio transmitió las primeras frases de la noticia que a mí me dejó helado.
Minutos antes, en Dallas, Texas, el presidente estadounidense John F. Kennedy había sido víctima de un atentado.

El despacho inicial sobre el atentado fue seguido, posteriormente, de actualizaciones sobre los sucesos en Dallas.
La coincidencia de que la zona horaria en Dallas y El Salvador sea la misma hizo que muchos salvadoreños siguiéramos los detalles sobre el magnicidio prácticamente con la misma inmediatez con la que se difundían en Estados Unidos.

Traigo a cuento mis remembranzas porque noticias como el asesinato de John F. Kennedy son del tipo ese que suelen calificarse como seminales.

Wednesday, November 20, 2013

Dos fotos y un recorte

En términos estrictamente cronológicos bien podría ser que, para rememorar los versos de Gardel, dos años no hayan sido nada.
Un simple cálculo equivocado.
Los primeros 25 propietarios
Los primeros 25 propietarios
Como verán por el recorte de periódico que acompaña estas líneas, la celebración del 50 aniversario de la Colonia 21 de Noviembre que tuvo lugar por esta misma fecha en 2011, se anticipó en dos años a la fecha real.
Al parecer, el error fue resultado de haber confundido el inicio de la construcción del grupo de 72 viviendas unifamiliares [por ahí en torno a fines de 1961] con las fechas de conclusión del proyecto y adjudicación a sus propietarios.
La copia esa del recorte de El Diario de Hoy del 12 de junio de 1963 muestra que fue solo hasta entonces que las primeras 25 viviendas se adjudicaron. Los propietarios del resto de las viviendas [mis padres, entre ellos] recibirían la notificación entre junio y diciembre de 1963.
Enero de 1964
La casa de mis padres

Con mi madre
Entorno despejado 
Las fotos que acompañan esta nota fueron tomadas en enero de 1964.

Saturday, October 19, 2013

Tom Foley: una leyenda del Congreso

A Dean Rusk lo conocí en persona en noviembre de 1978.
Para esa época, el ex secretario de Estado norteamericano estaba a solo unas cuantas semanas de volverse un septuagenario y tenía unos diez años de haberse alejado de las altas esferas del poder en la política de Estados Unidos [como pueden leer aquí, Rusk comparte con William Seward la distinción de haber ostentado por el segundo período más extenso en la historia el cargo de Secretario de Estado norteamericano, superados los dos únicamente por Cordell Hull].
No fue algo fortuito. Y si bien tuve la oportunidad de chocarlas con el avezado diplomático, tampoco fue uno de esos encuentros únicos, del tipo “¿Cómo-está-usted, señor-Espinoza?-Encantado-de-conocerle,-señor-Secretario”.
Durante varios años desde su jubilación del gobierno, Rusk había sido catedrático de derecho internacional en la Universidad de Georgia, en Athens.
Tuve la oportunidad de conocerlo porque Rusk era la personalidad invitada durante una reunión para estudiantes extranjeros organizada en Toccoa Falls, en las montañas del noreste de Georgia.
Acompañado de mi familia, yo asistía —a invitación del Departamento de Estudiantes Extranjeros de Georgia State University, en Atlanta— para la celebración del Día de Acción de Gracias, como era el caso también de decenas de otros alumnos, tanto de GSU como de distintas universidades en el área.  
Como diplomático, Rusk demostró dotes que pondrían verde de envidia a cualquier político.
“¡Por supuesto que puedo posar con usted!”, fue su respuesta a uno de los que le saludaron antes de que llegara mi turno.
Y tras mencionar a un político o diplomático cuya fama precedía la suya propia, agregó: “¡Hasta puede alzar su dedo índice frente a mi cara, en caso de que en alguna ocasión futura quiera hacer alarde de que me amonestó por algún motivo!”
Su tono era, naturalmente, de broma. Aunque no era alto en demasía y comenzaba a encorvarse por la edad, era en definitiva más alto que su interlocutor. La diferencia de estatura —lo mismo física que intelectual— hubiese desmentido la aseveración.
Al momento de esa reunión, la turbulencia en Irán estaba en plena efervescencia y la caída del sha a menos de tres meses en el futuro.
Nadie sabía entonces cuánto duraría el sha, pero muchos sospechábamos, como suele decirse, que era solo cuestión de tiempo.  

Un buen número de los huéspedes en esa reunión de tres días eran estudiantes iraníes y, de hecho, quien había pedido a Rusk que posase para una foto era precisamente uno de los que más acerbamente había criticado el papel de los Estados Unidos en Irán [en esencia, ¿por qué la continuación del respaldo al sha si todo presagiaba su inminente derrocamiento?] cuando el ex jefe diplomático había disertado sobre la política exterior estadounidense.
No se trata, fue la respuesta de Rusk a las reclamaciones, de si el sha debería o no abandonar el poder, sino más bien de quién habría de reemplazarlo y de qué manera impactaría ese reemplazo tanto a los Estados Unidos como al resto del mundo [no es como que estuviese tomando notas, de manera que evito las comillas porque es una paráfrasis y no una cita textual].
La mención de Rusk traerá a la mente de muchos al funcionario gubernamental —uno de muchos, a decir verdad— vilipendiado por su actuación en todo lo relacionado con la guerra de Vietnam. Lean su obituario para recordar el precio que tuvo que pagar por ello.
Tom Foley, político y diplomático
La pérdida de una leyenda, dice Obama
Me he acordado de haber conocido a Dean Rusk durante las últimas 24 horas, a raíz de las noticias procedentes de Washington, D.C., sobre la muerte del demócrata Tom Foley, el expresidente de la Cámara de Representantes cuya vida [a excepción de un papel tan destacado en una crisis de tanta envergadura como la de Vietnam] se asemeja muchísimo, en una diversidad de maneras, a la de Rusk.
Cierto es que Rusk no era un político [en términos de funcionario de elección popular] ni Foley un diplomático [en tanto a que no trabajaba desde un despacho en Foggy Bottom, la sede del Departamento de Estado]. Pero eran, cada uno, tanto diplomático como político. Ambos eran abogados y ninguno de los dos era, precisamente, de familia adinerada. Cada uno de ellos, por otra parte, tiene a nivel personal logros sustanciales que los distinguen de otros políticos o diplomáticos.
Pueden leer, en Internet, muchísimos artículos sobre el señor Foley, incluyendo este en el que se cita al presidente Obama lamentando su deceso como la pérdida de “una leyenda del Congreso de los Estados Unidos”, en donde entre muchos de sus éxitos como líder figura su labor para ayudar al presidente Bill Clinton a conseguir la aprobación legislativa del NAFTA, el Acuerdo de Libre Comercio en América del Norte, no obstante la enconada oposición de muchos de sus correligionarios demócratas.
Unos cinco años después de haber conocido a Dean Rusk tuve la oportunidad de hacer lo propio con Tom Foley en sus oficinas del Capitolio.  
Escasos días después de que Ronald Reagan ordenase la invasión de Grenada, fui parte de un grupo de corresponsales de prensa extranjeros con sede en Washington a quienes se invitó a viajar a la isla caribeña para informar de las secuelas de la operación Urgent Fury.    
Foley, para esa época jefe de disciplina legislativa [Whip] demócrata, fue el designado para hablar con el grupo sobre cuál era la postura de su partido [en general, del Congreso] en torno al tema.

Posteriormente, el legislador habría de encabezar una delegación del Congreso que fue a la isla caribeña para evaluar la invasión y sus secuelas.  
La conclusión, diría Foley luego, es que la operación fue “justificada”, aunque previno que esa conclusión no debía interpretarse como una señal de que, en el Congreso, “creemos que Estados Unidos debería ir por todo mundo montando acciones militares para invadir países, solamente por lo que pudiera ser su política exterior”.

Conocer a políticos [aunque sea por invitación expresa] no necesariamente significa que habrá uno de convertirse en conocido. No voy a decirles que esa reunión a fines de octubre de 1983 me hiciera reconocible para alguien de su importancia [en términos de sucesión presidencial, el líder de la Cámara de Representantes es el tercero en la lista], aunque como parte de mis labores coincidiese con relativa frecuencia en eventos de prensa en los que Foley figuraba como participante o asistente.
Pero a lo largo de mis años de laborar en Washington fui lo bastante afortunado como para tener la oportunidad —por ejemplo, en la ocasión esa de la foto en la que converso con Foley durante una recepción en el Club Nacional de Prensa— de apreciar que se trataba, como dice el título en inglés en uno de los hiperenlaces, de "un político inusitadamente cortés".

Sunday, September 15, 2013

Güyra Campana: historia de una canción

Es bien probable que en el caso de las naciones latinoamericanas más distantes del Cono Sur, en quien primero se piense cuando llegue el momento de atribuir a alguien la popularización de la polca paraguaya Pájaro Campana sea en el cantante y guitarrista Luis Alberto del Paraná.
Como verán en la biografía que recoge el Portal Guaraní, el artista [por entonces conocido nada más por su nombre de pila, Luis Osmer Meza] fue uno de los integrantes del trío Los Guaireños, que “llevando en sus alforjas la música paraguaya” inició en Formosa, en octubre de 1945, una gira que culminaría en México.
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Procnias_nudicollis_-Barcelona_Zoo,_Barcelona,_Catalonia,_Spain-8a.jpg
Un sonido único, una melodía universal

Probable, digo, porque decir Pájaro Campana [o Güyra Campana, nombre en el que se combinan el guaraní y el español] evoca a menudo el arpa, la cual ejecutaba uno de Los Guaireños y, que como todos los que conocen la historia de Luis Alberto saben muy bien, es un instrumento que figura destacado a lo largo de su carrera.
El próximo 4 de noviembre se cumplirán 50 años de que Luis Alberto y Los Paraguayos fueron los únicos latinoamericanos invitados a participar en la gala anual artística [The Royal Variety Performance] ante la Reina Isabel II, en Londres.
En este clip, cuya divulgación en youtube fue facilitada por la Fundación Luis Alberto del Paraná, verán la actuación de los suramericanos en la gala misma esa en la que una banda que por ese entonces comenzaba a descollar, The Beatles, acaparó la atención del mundo entero —ante la frustración aparente, según todos los recuentos, de quien se suponía fuese la estrella, Marlene Dietritch.
Apenas cuatro años después, sin recibir crédito alguno en la producción aunque desconocemos si eso equivale también a no haber recibido regalías, la banda rival de los cuatro de Liverpool, The Rolling Stones, incluiría porciones de Pájaro Campana en On With The Show, del controversial LP Their Satanic Majesties Request.
Dice Rikkyhardo, quien hace poco más de un año armó el clip: “Las porciones de música de arpa que se escuchan en la canción son parte de la melodía popular paraguaya Pájaro Campana’, del compositor Félix Pérez Cardozo” [la primera porción se escucha a la altura del 1’10” hasta los 1’45” y la segunda dura unos 30 segundos, a partir de los 2’36”].
O sea que en los 15 años transcurridos desde 1952 [cuando volvió a Paraguay luego de iniciar su periplo con Los Guaireños], Luis Alberto del Paraná pasó de vocalista sin fama ni gloria —el Portal Guaraní nos dice que actuaba en los intermedios de las veladas “en los cines Roma y Granados” y agrega que, “Los carteles lo anunciaban como ‘EL AS DEL BOLERO CENTROMERICANO’ ”— a ser, sin discusión alguna, el embajador de la música paraguaya a nivel mundial, hasta su muerte a causa de un derrame cerebral, el 15 de septiembre de 1974.
Noten, por cierto, que Rikkyhardo da a Félix Pérez Cardozo el mérito de ser el compositor de Pájaro Campana. En realidad, es una historia más complicada, como podrán percatarse en los distintos sitios web citados.
Pérez Cardozo fue, en efecto, un arpista de renombre, pero versiones distintas que cita el Portal Guaraní confirman que la autoría corresponde, más bien, a otro paraguayo, Carlos Talavera, quien inicialmente la compuso para guitarra.
Es probable, asimismo, pero esa no es una conclusión que figura por ningún lado en los materiales revisados en el Portal Guaraní, que otro guitarrista paraguayo, Agustín Pío Barrios, contribuyese al éxito de Los Guaireños en su recorrido desde Paraguay hasta México.
La nieta del compositor, en imagen de Portal Guaraní
La versión en guaraní
El maestro Mangoré —en algún momento adoptó el nombre artístico “Nitsuga Mangoré (Nitsuga por inversión de Agustín, y Mangoré por el nombre de un cacique Timbú del tiempo de la Colonia)”, dice uno de sus biógrafos— incluía en su repertorio melodías del folclore popular paraguayo. Según Wikipedia

“Se sabe que Barrios interpretaba obras populares paraguayas tales como ‘Campamento Cerro León’, ‘Londón Carapé’ , ‘Guyrá campana’, ‘Mamá Cumandá’ ”, y agrega que Guyrá campana es un ejemplo muy interesante, porque “parte del material se puede escuchar en la grabación de Barrios de ‘Caazapá — Aire Popular Paraguayo’... Aunque ‘Guyrá campana’ es música tradicional, hay muchos que sostienen que está estrechamente asociada con el guitarrista Carlos Talavera (oriundo de Caazapá), a quien Barrios conocía”.
Más detalles sobre Mangoré y su obra se pueden encontrar en esa página web del biógrafo al que aludíamos arriba, Luis Szarán.
Además de los videos de Luis Alberto del Paraná y muchos otros intérpretes, en youtube se encuentra uno con decenas de otras versiones de Pájaro Campana — si quieren comparar cuán fiel es la popular melodía a la vida misma, hagan clic en el hiperenlace del pie de grabado en la imagen del ave incluida arriba, para escuchar el sonido de su canto en la grabación realizada, según la página web, por Rodrigo dela Rosa de Souza.
En esta versión con letra en español de Karoso Zuetta, la interpretación es de la cantante Nerina Bader.
Una de las versiones más interesantes de Pájaro Campana puede escucharse en esta página de Portal Guaraní, con la nieta del compositor caazapeño, Mirta Noemí Talavera, vocalizando en guaraní (el audio en este otro clip de youtube divulgado por Paraguay Pu, se los suministró Daniel Torales) los versos de Félix Fernández, en el arreglo para arpa de Pérez Cardozo.

Thursday, September 12, 2013

My Heroes Have [Not] Always Been Cowboys – iv

Nada de vaquero pero sí un héroe, decía —a la conclusión de mi entrega anterior— que debió titularse la introducción a la síntesis de la vida de William Tyndale [el esbozo biográfico en español se encuentra aquí].
El apunte biográfico es lo suficientemente detallado como para apreciar la magnitud de la empresa a la que Tyndale dedicó su vida.
Es una empresa que incide tanto en la libertad religiosa, de culto, como en la libertad de expresión.
Mientras en una era de genuina efervescencia religiosa, cultural, política, etc., las estructuras establecidas del poder insistían en mantener la Biblia [las Sagradas Escrituras] a distancia de los fieles —porque el latín no era, precisamente, el lenguaje de las masas— Tyndale [como Martín Lutero y muchos otros] abogaba en contrario.
No es solo una gran obra literaria
No es solo una gran obra literaria

Es Cipriano de Valera, el revisor de la traducción al español de la Biblia por Casiodoro de Reina, uno de los que denuncia en el prólogo de su Biblia del Cántaro el absurdo de las autoridades eclesiásticas.
Dice, luego de mencionar a uno de sus opositores: “[B]asta saber que el Espíritu Santo dictó la Sagrada Escritura en lenguas vulgares y comunes que todos en aquellos tiempos entendían, que eran la Hebrea en tiempo de los Profetas, y la Griega en tiempo de los Apóstoles; y que para que todos la lean la dictó, no exceptuando sexo ni edad, ni cualidad de persona alguna”.
Si la Biblia en sus principios se conoció y se propagó en el lenguaje de las masas: hebreo, en el caso del Antiguo Testamento, y griego, para el Nuevo, ¿a qué circunscribirla entonces a un entorno elitista manteniéndola en latín?
Tanto al leer esa cápsula biográfica como cualquier otro dato relacionado con Tyndale, a nadie escapará la mención casi obligatoria que se hace de su aporte a la lengua inglesa, justo ahí a la par de William Shakespeare —el referente en términos del idioma junto con la Biblia del Rey Jacobo [o Jaime, según algunos], la cual refleja en más de un 76% la labor de Tyndale.
No han faltado nunca y persisten quienes consideran a la Biblia “una fabulosa obra literaria”.
No se equivocan. Pero no es solo eso.
¿Se acuerdan de David, el héroe de escuela dominical? A él se le atribuye la autoría de muchos de los Salmos, poesía pura todos. En una de las entregas de esta serie mencioné como, una vez crecemos, David pasa de héroe a simple ser humano, con las mismas flaquezas que cualquiera de nosotros.
Tyndale y muchos otros, creo yo, entendieron que David no es solo ejemplo de ingenio literario ni de flaqueza humana, sino muestra de la bondad divina, de la redención producto del arrepentimiento.

Google Maps en Galápagos: para quedarse boquiabiertos

Y bien, llegó la hora del almuerzo.
Voy a las Galápagos y vuelvo en media hora.
Sí, sí. Oyeron bien.
De esta especie viene su nombre
Galápagos: De esta especie viene su nombre
Mi receso del almuerzo para hoy, jueves 12 de septiembre de 2013, es una visita el archipiélago ese en el Pacífico que Charles Darwin hizo famoso hace ya 178 años.
Cortesía de Google Maps, naturalmente.
Me explico.
Hace aproximadamente seis meses, Google Maps dio a conocer la iniciativa conjunta con la Charles Darwin Foundation y el Parque Nacional Galápagos de Ecuador, para difundir las imágenes panorámicas que se captarían como parte del proyecto Street View Trekker.[Si hacen clic en Galápagos, en el pie de grabado superior, podrán ver todo el show].
Las imágenes están disponibles a partir de hoy en la web, “no solo para que quienes viajan desde la comodidad de su silla frente a la computadora puedan disfrutar de las islas, sino también para desempeñar un papel instrumental en la continuada investigación del ambiente, la conservación, los patrones migratorios de las especies animales y el impacto del turismo en las islas”, nos dice Google Maps.
De tener el tiempo suficiente, cualquier cibernauta podrá también participar en el proyecto Darwin por un Día, que pretende involucrar de manera más directa a ciudadanos del mundo entero en la preservación del archipiélago.
Las imágenes que ilustran esta entrega son, naturalmente, capturas de pantalla que he realizado durante mi corta visita.
Una de ellas, la del alcatraz patiazul, me ha hecho recordar —con el fragmento ese de la descripción de Wikipedia de que, para cortejar a las hembras los machos despliegan sus patas “levantando una y después la otra”— el chiste aquel de la lora que asombraba a medio mundo porque, según de cuál pata le tirasen, recitaba de memoria una oración.
Si levanta las dos a la vez, se cae
Si levanta las dos a la vez, también se cae

Tanto revuelo causó la lora que al prelado local no le quedó más remedio que investigar .
Tras establecer que tirar de la pata izquierda hacía que la lora recitase una cierta oración y otra, distinta, al tirar de la derecha, el prelado no pudo contenerse:
— ¿Y qué pasa si tiro de las dos al mismo tiempo?
Responde la lora:
— ¡Me voy de c…!
Bueno, nadie les tirará de ninguna extremidad, pierdan cuidado.
Pero, se los puedo asegurar, se quedarán con la boca abierta ante las impresionantes imágenes.

Monday, September 9, 2013

My Heroes Have [Not] Always Been Cowboys - iii

Esta es una historia que he escuchado en varias ocasiones, prácticamente desde mis años de escuela secundaria.
Una de ellas fue hace unos cuantos años, cuando un comediante sacó el tema a colación en uno de esos programas nocturnos de la TV.
La más reciente fue hace apenas unos días, cuando el tema fue parte de la respuesta en el torneo anual para adolescentes [Teen Tournament] del show Jeopardy.
Lo más probable es que la mayoría de ustedes sepa [los católicos están más que familiarizados con el tema] que el Vaticano tiene un santo patrono para tácitamente cualquier tipo de actividad que a uno pueda ocurrírsele.
Traducción al inglés de la Biblia por William Tyndale, imagen de wikipedia commons
Que la Palabra la conozcan todos

En esta página web, por ejemplo, leerán de Lorenzo, uno de siete diáconos a los que se había confiado la asistencia a los pobres y los necesitados en Roma allá en torno al AD 258.
En los detalles, se darán cuenta de que Lorenzo fue martirizado porque se negó a entregar al prefecto romano de la época la fortuna eclesiástica que el religioso, supuestamente, ocultaba.
Se le condenó, dice la página web, “a una muerte cruel y lenta. Al santo se le ató sobre una parrilla y encima de una hoguera que, poco a poco, quemaba su piel, aunque Lorenzo ardía con tanto amor por Dios que prácticamente no sentía las llamas. De hecho, la fuerza y el gozo que Dios le dio fueron tan grandes que hasta bromeó. ‘Denme la vuelta’, le dijo al magistrado. ‘¡Por este lado ya estoy hecho!’ ”.
La versión en español de este otro sitio apunta que, justo antes de morir, Lorenzo habría dicho a sus verdugos: "La carne ya está lista, pueden comer".
Al parecer, el estoicismo de Lorenzo bastó para que se le designase santo patrono de los cocineros, un hecho que el comediante al que aludí antes consideró más que jocoso [Lorenzo es también invocado como patrono de los archivistas, bibliotecarios, curtidores y mineros, según el sitio en español que cito arriba].
Los datos sobre Lorenzo pueden encontrarse también, de manera casi idéntica, en Wikipedia, donde se le cataloga como patrono de “cocineros y chefs” —se omite a los archivistas, mineros, bibliotecarios y curtidores— y se incluye una nota de cautela en torno a la leyenda que mencionamos.
Los historiadores, nos dice la ciberopedia, apuntan que la forma en que Lorenzo fue, supuestamente, martirizado, contrasta con la decapitación que la ley prescribía para la ejecución de diáconos y otras jerarquías eclesiásticas.
Y agrega la teoría de otro historiador en torno a cómo pudo haber nacido la tradición sobre la parrilla: “Él postula que fue resultado de una transcripción errónea, que al omitir accidentalmente la letra ‘p’ convirtió la fórmula solemne y acostumbrada de anunciar la muerte de un mártir —passus est (‘padeció’, o sea, fue martirizado)– en assus est (‘lo asaron’)”.
[Incidentalmente y ya que estamos hablando sobre santos patronos, este bien podría ser el momento oportuno para recordar lo sucecido con la historia de Chad, también un obispo católico de la segunda mitad del Siglo VII que figuró de manera prominente en artículos noticiosos en el 2000, cuando se le atribuyó ser el “santo patrono de las elecciones”. Según nos dice Wikipedia, la especie en torno a Ceada o Ceades, su apelativo en español según este otro sitio, carece de veracidad: “Debido a la forma más bien confusa en torno a los nombramientos de Chad y las referencias continuas a los 'chad' —los pedacitos de papel en el reverso de las papeletas electorales remanentes del uso de las máquinas de votación por los votantes— durante las elecciones presidenciales (esadounidenses) del 2000, se sugirió de manera más bien jocosa que Chad es el santo patrono de los procesos electorales irregulares. De hecho, no hay ningún santo patrono oficial de las elecciones, aunque Tomás Moro sí sea el de los politicos”.]
No he traído a cuento a Lorenzo de Roma [¡Bueno, vale, San Lorenzo, ya que insisten!] porque haya interés alguno de mi parte en hacer mofa de la tradición sobre la manera en que lo ejecutaron.
Tampoco porque lo considere un héroe aun cuando [prescindiendo de llamarlo santo, porque mis creencias no van por ahí] no tenga ningún problema en considerarlo un mártir.
Pero deben aceptar que uno bien podría hacer cualquiera de las dos cosas, dependiendo de su nivel de cinismo o de si se cuenta a sí mismo entre los miembros de la grey católica.
Nada de vaquero pero sí un héroe, fue inicialmente el título que pensé dar a esta entrega introductoria sobre William Tyndale, cuya biografía les informará sobre cómo se convirtió en mártir.

Friday, September 6, 2013

Más allá de Salarrué y Roque

En cuestión de unos tres años habrán de cumplirse cuatro décadas [dos juventudes, si se quiere] de la ocasión aquella en la que yo y un colega latinoamericano sosteníamos un acalorado intercambio sobre la literatura regional.
El debate —porque la conversación distaba mucho de ser un diálogo— quedó inconcluso y no pude entonces ni puedo decir ahora que hubiese un ganador. Más bien cabría decir que hubo una pérdida: la de la cordura de mi oponente.
“¿Qué sabes tú de literatura? ¡La única figura de importancia que ustedes tienen es Salarrué!”, dijo mi interlocutor, antes de abandonar la liza.
Regalo literario de Navidad
Regalo literario de Navidad

Para los que llegaron tarde, como solía decir Lee Falk a los lectores de su tira cómica sobre El Fantasma [El Duende que Camina, era su alias], Salarrué ES un escritor salvadoreño reconocido a nivel mundial. Y Roque Dalton, a quien también menciono en el título de esta entrega, posiblemente el que primero venga a la mente cuando se habla, en el exterior, de poetas salvadoreños.
Recuerdo el exabrupto de mi oponente en el frustrado intercambio porque hace ya varios meses que tenía en el tintero esta entrega sobre uno de los trabajos más completos en torno a la historia y el estatus actual de la creación literaria en El Salvador.
Hasta donde yo sé, “Literatura: Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador” —cuya autora es Tania Pleitez Vela, bajo los auspicios de la Fundación AccesArte—  solo se ha publicado en español.
Es, créanmelo, un verdadero regalo de Navidad. Adelantado, en cierto modo, aun cuando esté en circulación desde hace ya aproximadamente un año.
Puesto que puede descargarse sin cargo alguno en varios URL por ahí dispersos, como el mencionado arriba o en este otro, quizá lo más aconsejable sería bajarlo ya mismo, antes de que a alguien por ahí se le ocurriese poner alguna traba al acceso gratuito.
[Y claro, ya lo sé, a lo mejor también alguno de ustedes sea renuente a recibir gratis cierto tipo de cosas, de manera que si les place bien podrían pensar en hacer una donación a la autora —que para ese fin tiene, por ahí, un hiperenlace en su sitio web— o algún otro tipo de respaldo o apoyo a la Fundación].
La obra de poco más de 400 páginas ha estado disponible en CD [como también en línea] desde septiembre de 2012. El libro resume la investigación de Pleitez Vela en un período aproximado de dos años previos a la publicación.
En la primera parte del libro, unas 95 páginas, Pleitez Vela plantea lo que llama un “Esbozo para una historiografía literaria salvadoreña”, mientras que el resto [se excluyen, naturalmente, las secciones de reconocimientos, listados, etc.] aborda el “Estado de la cuestión literaria en El Salvador”, en un sumamente detallado y exhaustivo análisis de la creación literaria en El Salvador de 1980 a 2011.
Las fechas son de importancia extrema: en los primeros 12 de esos 32 años, El Salvador fue escenario de una de las más sangrientas guerras de baja intensidad en la historia latinoamericana y tanto las raíces como las heridas y las cicatrices de esa guerra siguen muy visibles a la fecha.
La violencia, esta vez con un sustrato eminentemente delincuencial o criminal, antes que político, aún caracteriza el hacer cotidiano en El Salvador.
Dice Pleitez Vela: “El propósito principal de esta investigación es realizar un diagnóstico del tejido literario” salvadoreño.
Al presentar el estudio, Pleitez Vela nos dice: “Quizás uno de los comentarios más trillados que hemos escuchado los salvadoreños en los últimos tiempos, al menos alguna vez, sea el siguiente: ‘En El Salvador a nadie le interesa la literatura’. Sin duda se trata de un comentario tópico, herencia casi siempre de los estereotipos. En otras ocasiones también hemos escuchado con tono despectivo: ‘ese es un escritor burgués’ o, por el contrario, ‘esa es literatura subversiva’. Sin embargo, ¿qué es lo que ha causado que estereotipos como estos se mantengan revoloteando en el ambiente?”
Luego, Pleitez Vela inicia la descripción de sus conclusiones con la siguiente anécdota: “Hace poco, en el centro de San Salvador, en el muro de la Casa de las Academias, se hizo una pinta durante una manifestación: ‘Cultura para qué, si el pueblo tiene hambre’ ”.
Estereotipos todos, naturalmente, y contraposiciones absurdas, pienso yo.
Menos afortunada —por lo menos hasta donde una búsqueda en Google me permite asegurarlo— ha sido la escasa acogida del destacado estudio.
Puede que me equivoque, que haya habido por ahí foros y debates y que con cierta frecuencia se hable del tema: al menos en los centros de estudio, ya que no en los medios de comunicación.
Pero si yo fuese a juzgar por los resultados que arroja Google, las evidencias de que eso sea así es poca.
Aparte de las divulgaciones emprendidas por la autora misma y los comunicados de la Fundación, en las semanas posteriores a la publicación hubo apenas tres artículos principales sobre el libro.
Uno de ellos fue la entrega que Rafael Francisco Góchez publicó en su blog en octubre de 2012 [para que quede claro: el escritor es mi sobrino y uno de los entrevistados y citados por Pleitez Vela en el estudio.]
Otras dos colaboraciones: una de mi amigo escritor Miguel Huezo Mixco y la segunda de su esposa, María Tenorio, figuran de manera prominente en los resultados de Google. [No fue sino hasta febrero de 2013 que el matutino La Prensa Gráfica publicó, en su sección de Espectáculos, otra reseña].
Al igual que Góchez, Miguel es también una de las fuentes para el estudio —citado de manera profusa, apunto— y tanto él como su compañera son parte del equipo de la Fundación que trabaja en el proyecto global.
La circunstancia [válido esto para Rafael, Miguel y María] no resta ninguna validez a sus artículos en Internet o los diarios salvadoreños.
Si acaso, creo yo, el conocimiento de los tres debería dar aún más peso a su opinión.
Mientras, busco el email del colega este del truncado debate para mandarle el URL y desasnarlo.

Wednesday, September 4, 2013

My Heroes Have [Not] Always Been Cowboys - ii

“¿Camino? ¡Adonde vamos no necesitamos ningún camino!"
Como recordarán ustedes, esa es la frase que el doctor Emmet L. Brown [el personaje que interpreta Christopher Lloyd] pronuncia en la escena final del Capítulo Uno en la trilogía Back to the Future.
Ni vaquero ni cantante
Ni vaquero ni cantante

Brown responde así a la advertencia que le ha formulado Marty McFly [Michael J. Fox], en el sentido de que el camino por delante puede no tener la extensión suficiente como para que el DeLorean modificado alcance la velocidad de 88-mph necesaria para que ellos puedan dar el salto tetradimensional hacia el año 2015. [A ver si pueden imaginarse esto: de no ser porque se trata de una película de ciencia ficción, McFly y compañía estarían por culminar ese viaje en tiempo y espacio en cuestión de poco más de 24 meses].
Aunque ninguno de los dos —McFly o Brown— satisface los requisitos para que podamos catalogarles como el héroe tradicional o clásico, creo que bien podríamos considerarles a ambos como buenos ejemplos de lo que ha dado en llamarse “héroe de ficción contemporáneo”.
Y por lo que concierne a la relación interpersonal de ambos en la ficticia comunidad californiana de Hill Valley, es muy probable que no nos equivocásemos al afirmar que para Marty McFly el científico es alguien al que considera especial… es decir, un personaje con características de héroe.
Lo digo en un sentido descriptivo, no que en momento alguno yo les haya considerado “héroes” míos.
Nada más ver a Michael J. Fox ataviado con esa vestimenta de “vaquero” en las escenas iniciales de BTTF III me hizo acordarme, de inmediato, del retrato familiar en el que mis padres posaron conmigo y mis dos hermanos menores allá a mediados de la década de los 50.
Alistándose para un nuevo salto… esta vez al pasado
Alistándose para un nuevo salto… esta vez al pasado

Quienes hayan leído una de mis entregas anteriores rememorando a mi padre se acordarán de que el recorte de ese retrato ilustró el post en el cual dije que Payito, como lo llamamos siempre, era mi héroe.
En la captura de pantalla que aquí incluyo de las escenas de BTTF III, McFly se está preparando para dar el salto hacia 1885 a fin de rescatar al científico Brown [o sea, el Doc Brown de 1985, no el de 1955 en la escena en el autocine] de una muerte casi segura.
Esa escena me hizo reír porque el vestuario de McFly era exactamente el que todos los pequeños de esa época deseábamos tener. Respondíamos, sin duda alguna, a lo que los “vaqueros cantantes” de las películas nos representaban como la realidad y lucir tan coloridas vestimentas nos hacía emprender el viaje hacia un mundo fantástico … ¡sin que hiciera falta ningún camino!
Con el tiempo, naturalmente, la mayoría de todos nosotros comienza a prescindir de héroes. Lo que importa no es cuándo ni cómo se da ese cambio, sino el que nuestra admiración se esfuma. Ya no queremos ser más el galán de sombrero blanco o el superhéroe de los cómics.
Comenzamos a discernir.
David deja de ser el heroico paladín que con honda y pedruzcos como solo armamento mata al gigantesco adversario. Sí, su palabra y su fe siguen siendo merecedoras de reconocimiento, pero es ahora un ser humano falible que trama el asesinato de su víctima inocente a fin de quedarse con la viuda.
En la moderna vida contemporánea, el asesor espiritual que alaba el matrimonio desde el púlpito se esfuerza al máximo para destruir a una pareja —no tiene uno que ser afectado directamente por un caso así ni tampoco ser testigo directo para darse cuenta de que no se trata de historia antigua, sino de cosas que se dan todo el tiempo.
Déjenme contarles, ahora, de un héroe.

Sunday, September 1, 2013

Los perdedores de siempre

Una de mis amistades con la que tengo siglos de no cruzar palabra [hasta los segundos parecen siglos cuando el silencio —justificado o no, por cualquiera que sea el motivo— tiende su abismo entre dos personas] me manifestaba, en una cierta ocasión, su desencanto por la manera como la patraña y el engaño permean actualmente el deporte.
¿Prestos a escuchar la voz del amo?
¿Prestos a escuchar la voz del amo?

La mención solo viene a cuento a manera de introducción de esta entrega, de modo que si evito recrear la conversación no es porque carezca de importancia alguna. Y aunque —a diferencia de lo que ahora escribo— el tema de esa conversación no fuese el fútbol, aludo a esa charla anónima porque la evaluación de esta persona, como lo demuestran los sucesos cotidianos, es acertada.
Sin ser en modo alguno iluso —lo he sido más de alguna vez— discrepé entonces de la premisa de que “todo el deporte”, sin distinción de disciplinas específicas o nivel de profesionalización, es una sentina de amaños.
Más pragmático que ingenuo, diría yo, mantuve entonces y mantengo aún mi criterio de que siempre ha habido y habrá quienes compitan deslealmente.
Eso no significa, sigo pensando, que a todos los deportistas, especialmente a los profesionales, deba cubrírseles con la misma frazada de inmundicia. Lo mismo vale tanto para los semi-profesionales como para los atletas olímpicos.
Hay quienes hacen trampa con la intención de ganar.
Tres días después de que yo reportase desde Seúl, Corea del Sur, que el canadiense Ben Johnson había triunfado en los 100 metros planos de la Juegos Olímpicos de 1988 y logrado su hazaña “con 47 poderosas zancadas hacia la meta” —fueron 48, dice la BBC—, el Comité Olímpico Internacional lo despojó del oro tras comprobarse que el triunfo no era de Johnson, sino de los esteroides.
El escándalo fue mundial, pero no fue sorpresa para muchos.
Justo después de que el COI informase de lo sucedido con Johnson, me acerqué al velocista norteamericano Edwin Moses para obtener su reacción: “[El dopaje] es algo que todo el mundo sabe se está dando”, me dijo.
Traigo a cuenta el caso de Johnson y las palabras de Moses porque son experiencia propia, pero igual podrían mencionarse —en esto de quienes hacen trampa con el deseo de ganar— el gol espurio de Diego Maradona en el Mundial de México ’86 [diga usted lo que quiera, celébrelo si le parece, pero ahí no hubo mano divina alguna] o el uso extendido de drogas y fármacos entre peloteros de Grandes Ligas.
En mi país nativo, los amaños no han tenido el triunfo como deshonrosa meta. 
De hecho, no tienen nada que ver con el deporte.
Llámele usted avaricia o desvergüenza, explíquelo como mejor le guste [que los jugadores vienen de hogares pobres —o sea, que ser pobre es sinónimo de ser maleante— o no reciben la paga que se merecen, por ejemplo], pero eso de armar contubernios con mafiosos que controlan las apuestas en el fútbol a nivel internacional es simple y llanamente conducta criminal.
Las noticias están por ahí, en todos los periódicos nacionales y en los despachos de las agencias de prensa internacionales, y son lo bastante fáciles de encontrar como para que ustedes me disculpen por no incluir ningún hiperenlace.
”Jugaron como nunca —perdieron como siempre”, fue la reacción de una de mis sobrinas —ginecóloga ella y, como todo buen salvadoreño, hincha incondicional del equipo que supuestamente debe defender los colores patrios— a una reciente derrota del combinado guanaco también conocido como La Selecta en la llamada Copa de Oro, durante la cual se dieron a conocer las primeras noticias del presunto fraude de muchos de los seleccionados. 
Su comentario me hizo recordar El Fútbol de los Locos, el cuento de nuestro compatriota Álvaro Menen Desleal [el nom de plume que el autor armó con sus dos apellidos legales, Menéndez Leal], quien durante su vida tampoco fue ni extraño ni adverso a patrañas y argucias, como podrán leer en Talpajocote, el blog del buen amigo y colega Miguel Huezo Mixco.
En el cuento, publicado a principios de la década de los 60 pero que Álvaro bien pudo haber escrito a fines de los 50, el autor narra un supuesto partido entre pacientes y enfermeros de un hospital psiquátrico.
El organizador de la contienda es el joven director del centro, empeñado en “evidenciar así la gran importancia que concedía a los nuevos métodos de la psicoterapia”.

Sigue el autor:


”El plan no había sido acogido con mucho entusiasmo. ¿Los locos, uniformados con pantaloncitos y camisetas azules, jugando al football con los enfermeros cada domingo? ¡Quiá! ¿Y qué pasaría si los locos, al verse con media docena de goles en su contra, se enfurecían y atacaban a los espectadores…” [las negritas y el anglicismo, apunto, son del autor en su original].


Según nos dice Menen Desleal, sucedió todo lo contrario. Mientras los pacientes anotan uno y otro gol, al parecer sin esfuerzo alguno, para los matasanos tanto los parales y el travesaño como el mismo arquero rival eran “inexpugnables como murallas de piedra”.
Y el panorama se complica aún más para los enfermeros, nos dice Álvaro:


”Locos de contento, los locos hicieron dos o tres goles más. Locos de cólera, los enfermeros no lograban hacer uno”.


La narración [según fue publicada en la década de los 60 en la página de Filosofía, Arte y Letras de El Diario de Hoy] culmina como pueden leer abajo:

Más dañino que la ficción
Más dañino que la ficción

Para la ficción, el ardid del reflejo pavloviano al que recurrieron los enfermeros en el relato de Menen Desleal. En la vida real, hay también quienes susurran al oído y quienes, nada más escuchar el susurro, obedecen a su amo.
Álvaro anticipó, sin quererlo, la historia.
Por motivos distintos otro de sus contemporáneos y escritor, Roque Dalton, hizo lo mismo en su Poema de Amor, cuando nos dice que son, los salvadoreños:

los siempre sospechosos de todo

("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño")

Vístanlos de azul, como a los locos del cuento, y llámenles, “Los perdedores de siempre”.

Saturday, August 31, 2013

My Heroes Have [Not] Always Been Cowboys

No se dejen engañar por el título, esta entrega no tiene nada que ver con la música country.
Sí, hay un motivo por el cual escogí para el título la canción que interpretaron cantantes de la talla de Waylon Jennings y Willie Nelson. Eso quedará claro en las próximas entregas.
Empiezo por relatarles una conversación que sostuvimos, hará ya poco más de medio siglo, yo y uno de mis amigos.
Video: no siempre han sido mis héroes

En ese entonces, tanto yo como mi amigo de infancia habíamos justo clausurado el primer año de lo que en mi país se conocía como Plan Básico.
Éramos, más bien, prepúberes pero nuestra mente nos agrandaba y, en lugar de vernos a nosotros mismos como niños ansiosos de ver lo que el final de la infancia deparaba para nosotros, nos considerábamos jóvenes, antes que adolescentes.
 “¿Ya leíste la Biblia entera?”, me preguntó mi amigo. Por la manera en que formuló su pregunta había un cierto desafío implícito, con un poco de jactancia añadido a la mezcla. Cualquiera [yo, en este caso] presentía que no era una pregunta porque sí. “Yo ya lo hice. Desde Génesis hasta Apocalipsis. Cada. Uno. De. Los. Versículos”, agregó mi amigo —así, con énfasis en cada una de las palabras de la última frase, sin esperar siquiera a que yo le respondiese.
Eso, leerse la Biblia entera, es toda una proeza. Para cualquiera, pero especialmente si se trata de un mocoso de 12 años. Si agrega uno a la corta edad de mi amigo el hecho de que la aritmética, los números [con el tiempo habría de graduarse de ingeniero civil] le interesaban más que cualquier otra disciplina académica, verán ustedes como su relato no pudo más que impresionarme.
“¿No me digás! ¿Te la leíste toda de una sola vez, sin parar, o te detenías después de leer cada uno de los libros?”, fue mi respuesta.
“¡N’ombre, no, por supuesto que no me la leí toda de una sola vez! Pero no me llevó más que unas cuantas semanas”, agregó mi amigo, para luego reiterar su pregunta. “¿Y vos? ¿Ya te leíste toda la Biblia? Yo no entiendo cómo vos, en un colegio religioso, no habrás hecho ya lo mismo que yo”.
Compañeros de aula durante toda la escuela primaria, ambos habíamos vuelto al pueblito de nuestra infancia para disfrutar de las vacaciones escolares con la familia.
Tras la primaria, habíamos partido hacia ciudades distintas para iniciar nuestra educación secundaria. A mi amigo lo habían matriculado en un colegio estatal laico, pero mis padres habían optado por matricularme en un colegio católico, aun cuando ninguno de los dos era particularmente religioso y obviando el hecho de que, por la influencia del lado paterno de mi padre, tanto yo como mis dos hermanos menores habíamos crecido en la Iglesia Bautista. [Yo sigo siéndolo y, como habrán leído algunos en previas entregas, me considero un cristiano evangélico —no necesariamente un buen cristiano— que batalla a menudo con cuestiones de la fe].
En su relato y autoevaluación de sus hazañas mi amigo, católico estudiando en un colegio laico, había tanto dado en el clavo como errado —no puede uno hacer ambas cosas, es la reacción normal que se escucha cuando se afirma algo así—.
No es que haya nada de malo con leer la Biblia de principio a fin, lo mismo si se hace en unos cuantos días, a lo largo de unas semanas o de todo un año o, inclusive, durante toda una vida. Simplemente me parece —algo que pensé tanto en ese momento como ahora— que emprender un esfuerzo tal, leer desde Génesis 1:1 hasta Apocalipsis 22:21 como un ejercicio de lectura simplemente porque los versos están ahí, como suele decirse, no resultará necesariamente en que uno crezca en la Palabra del Señor.
Bien puede haberle sucedido a mi amigo y a lo mejor también podría pasarle a alguien más. Para mí, sería el equivalente de recorrer las costas del mundo entero pero nada más con el agua hasta los tobillos. Y, una vez concluido el periplo, asegurar que se conoce a fondo los océanos.
Había algo en lo que mi amigo tenía razón —a lo mejor sin percatarse y producto, más bien, de un razonamiento equivocado—: la errónea noción esa de que estudiar en un colegio religioso y, de manera más específica, uno católico, era sinónimo de conocer la Biblia.

Friday, August 16, 2013

Manos las de mi madre

Mis coterráneos habrán reconocido el título de esta entrega sin dilación alguna.
Más de alguno inclusive —bien sea de generaciones que anteceden, o posteriores, a la mía— habrá continuado así, como en susurro contemplativo, los versos del poema Las Manos de mi Madre, del salvadoreño Alfredo Espino.

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Solo ellas son las santas, solo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!


La obra del por muchos llamado Poeta Niño es de obligada lectura en las escuelas de mi país. Muchos, me atrevo a asegurarlo, desconocen sombríos detalles de su vida. Su minibiografía ofrece un fugaz vistazo a la contradicción entre la sublimidad de sus versos y su atormentado espíritu.
Los versos del poema de Espino están siempre muy próximos al recuerdo de mi madre. Más próximos están otros versos, de un poema mucho más sencillo. Obra de la Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, se titula Caricia y lo reproduzco abajo. Lo aprendí de labios de Mayita cuando no había entrado siquiera a la escuela primaria. [Por ahí, en uno de mis blogs, he recordado cómo aprendí a leer siendo apenas un niño de brazos y cómo mi pasión por las letras, por escribir, es un reflejo de esa labor materna].
El lunes anterior, 12 de agosto, se cumplieron cinco años de la muerte de Mayita. Así que, en remembranza, aquí está el primer poema que ella me enseñó.


Manos las de mi madre
La maestra, años antes de conocerla 
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo que gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...
[Publicado el 16 de agosto de 2013 y actualizado el 10 de mayo de 2017, con el texto completo del poema de Alfredo Espino.]

Thursday, May 9, 2013

La cigarra no es [solo] un bicho

Es casi seguro que mis contemporáneos habrán captado de inmediato a qué me refiero con el título de esta entrega.
Y también lo habrá captado, me atrevería a asegurar, cualquiera que esté familiarizado con el cine argentino.
Fue hace 50 años —este pasado lunes 6, para ser preciso— que La cigarra no es un bicho llegó a las pantallas del cine. La comedia sería luego uno de los mayores éxitos de taquilla en América Latina.
Para su época, La cigarra no es un bicho fue una producción sumamente atrevida.
La cigarra y la hormiga en youtube
La fábula en youtube

Pero no es, necesariamente, una gran película. Su director, Daniel Tinayre, está citado en este blog diciendo que fue, “Mi peor película y la más imitada”.
El sexo es, como sabrán quienes hayan visto la producción, el principal ingrediente de la comedia.
Este minivideo en el que se destaca al elenco y uno de mayor duración, con la parte dos del filme, están disponibles en youtube para quienes no hayan tenido hasta ahora la oportunidad de disfrutarlo.
Más memorable en términos de la cinematografía argentina —a juzgar tanto por el contenido del hiperenlace anteriormente citado como por el de este otro blog— parece ser el siguiente dato: La Cigarra figura en los anales filmográficos como la primera producción nacional en la que un actor argentino dice, por vez primera en la pantalla grande, una “mala palabra”.
Cito, sin editar, del primer blog:

“En esta película se escucha por primera vez en el cine nacional una mala palabra o puteada, esta puteada es "Pelotudo" y la pronuncia nada menos que Luis Sandrini, el público estalló en carcajadas sorprendido por el epíteto en boca de un primer actor acostumbrado a brindarnos personajes tiernos ingenuos y sobre todo hasta ese momento muy blancos”.

Traigo a cuento ese medio siglo de aparición de La cigarra no es un bicho porque coincide, de manera curiosa, con la inminente invasión en gran parte del noreste de los Estados Unidos, de miles de millones de cigarras.
Tal como sucedió en las primaveras de hace 34 y 17 años, las cigarras [chicharras, las llamamos en mi país nativo] figuran de nuevo muy al tope de las informaciones periodísticas en el territorio norteamericano.    Una búsqueda en Google con la sequencia “cicadas 2013” les dará, en inglés, una profusión de artículos y datos diversos sobre el fenómeno. Pueden leer artículos como este del diario Washington Post o también este otro que igualmente les guiará a este video de National Geographic sobre cómo se escuchará cuando las cigarras inicien su concierto.
Hay historias sobre las cifras relacionadas con la invasión, así como también otras —si es que por ahí uno le ha dado en algún momento consideración al tema— en torno a si puede o no servir de merienda.
Las cifras que se manejan, se darán cuenta, son estratosféricas: lo mismo puede haber 600 chicharras por cada ser humano o el total que en algún momento saldrá a la superficie bien podría ser entre un mínimo de 30 mil millones o de un billón.
La atención que rodea de nuevo a la cigarra —por apenas solo la tercera vez en escasamente menos de siete lustros— es bien merecida.
Aquellos, como yo, más familiarizados con el canto anual de la cigarra no podríamos estar más que emocionados por el barullo que los medios estadounidenses han armado esta vez en torno al humilde y con frecuencia calumniado insecto.
Porque para nosotros —espero que coincidirán conmigo— las cigarras son más que simplemente un insecto estridente y de ojos saltones.
Son recuerdos de fábulas aprendidas en el regazo de una madre, leídas por familiares o hermanos mayores o recitadas por maestras al frente de un pizarrón, cuando apenas comenzábamos a leer.
Un aparte, a propósito de la fábula.
En inglés, en el relato de Esopo quienes estelarizan son la hormiga y el saltamontes.
Todos sabemos que las historias infantiles no tienen, necesariamente, que tener ningún sentido.
La titularidad del saltamontes quizá se deba, no les parece, al ciclo ese de 17 años que ahora ocupa los titulares de los periódicos.  
Porque por más crédulo que pueda ser un niño, siempre será más fácil hablarle de un saltamontes —o grillo, según el caso— que de una cigarra, que nada más se aparece por ahí cada 17 años.

Para nosotros, además de cosa de fábula, las cigarras son también canciones de amor, como este sentido huapango que interpreta la Embajadora de la Canción Mexicana María de Lourdes en esta película de 1965 que incluye la composición más conocida del cantautor mexicano Ray Pérez y Soto —quien, asimismo, a principios de la década de 1960 también compuso el Corrido a John F. Kennedy que figura en el LP cuya carátula se puede ver en este sitio web.
El huapango de Pérez y Soto data de la década de 1940 y una anterior versión la grabó el Trío Calaveras, en el ritmo huasteco del huapango.
Lo más probable es que muchos hayan escuchado La Cigarra de Pérez y Soto en el más ampliamente publicitado éxito de Linda Ronstadt, que salió al mercado a mediados de los 80.
Humilde y difamada, la cigarra, mencioné antes.
Pero sumamente reconocida.
La cigarra figura también en poemas, como en este del salvadoreño David Escobar Galindo:


EL MADRECACAO
Amaneció vestido de rapsoda
-soñando con la Iliada rosada-.
Pero su canto fue tan solo
un fuego triste de chicharras.