Sunday, December 14, 2014

Al llegar la Navidad

Dos de las tres hermanas de mi padre vinieron hace poco a visitarnos a mí y mi hermano más pequeño.
Fue una visita corta, como sucede con todos esos viajes esporádicos a otra ciudad u otro país.
Y como suele decirse con frecuencia, el tiempo vuela.
Más aún cuando se trata de reuniones con familia a la que no se ha visto en años.
Un día está uno a la puerta de salida esperando que termine el proceso

Con mis tías y mi hermano menor en el aeropuerto
Diciendo adiós en el aeropuerto
burocrático tras bajar del avión y, sin importar cuánto tiempo transcurrió desde entonces, parece como si hubiesen pasado apenas horas cuando ya está uno de nuevo en el aeropuerto, diciendo adiós a las visitas en el control de seguridad.
Eso es precisamente lo que pasó en la semana del Día de Acción de Gracias [alias el Día del Chumpe, en buen sansivareño] con Isolina y Esperanza, las hermanas menores de Payito por su lado materno —su otra hermana por el lado paterno, Luz, es también menor que él.
Quienes hayan leído antes estas Hablanzas y Malhablanzas quizá recuerden La maestra, la entrega con remembranzas de mi madre en la cual mencioné algunas de mis precoces experiencias con aprender a leer.
Apenas unos cuantos años mayor que yo, mis dos recientes visitantes son las tías no identificadas de quienes hablé en esa entrega.
En vista de que ambas eran apenas unos cuantos años mayor que yo y mis dos hermanos más pequeños, era más bien algo natural que los tres nosotros nos acostumbrasemos a considerarlas más hermanas que tías.