Tuesday, April 30, 2013

La telaraña mundial

Los lectores de estas Hablanzas y Malhablanzas recordarán que en dos de nuestras primeras entregas, El buen decir y La web precede a la Internet, recordábamos los intríngulis que generó para todos la irrupción de la World Wide Web.
Traigo a cuento ambas entregas porque es hoy, martes 30 de abril, cuando se cumplen exactamente dos décadas de que el físico británico Tim Berners-Lee la dio a conocer.  
Fue él quien creó la web (Foto CERN)
La invención del científico data de 1989 y su propósito original era satisfacer la necesidad de compartir información entre físicos de universidades e instituciones del mundo entero.

Como pueden leer en este comunicado del evento divulgado por CERN, el acrónimo en francés de la Organización Europea para Investigaciones Nucleares, fue entonces que la tecnología de la World Wide Web (“W3”, o simplemente “la web”) se puso a la disposición del mundo entero de manera gratuita, sin pago de regalías de ningún tipo.
Para evitar repeticiones y dado que las entregas anteriores quedan ahí para consulta, les recordaré nada más que entre las dificultades que planteó la irrupción del nuevo sistema de intercomunicación instantánea [hablo de las dificultades para quienes andamos en cosas del lenguaje, que no son necesariamente las únicas que afloraron] estaba la de cómo llamarla.    
El logo original (Imagen CERN)
Inicialmente no hubo más remedio que repetir el nombre tal cual: World Wide Web (entrecomillado o en itálicas) o bien recurrir a la abreviatura misma ofrecida por la CERN: “W3” [el logo original de Robert Cailliau, a la izquierda, recoge la abreviatura]. Nada práctico en algunos casos. En la península se la llamaría “Triple Uvedoble” mientras que en el resto del mundo sería “Triple Doble U” [aparte, claro está, de la reticencia que cabría esperar en naciones donde lo de Triple seguido de una sola letra se asocia con organizaciones nefastas y sangrientas, y paro de contar].
Se llegó así al adefesio ese de “La telaraña mundial” propuesto por algunos [que recordamos en el título de esta entrega] y que al final, misericordiosamente, no prosperó.
El comunicado de la CERN recoge las declaraciones de su director general, Rolf Heuer: “No hay ningún sector de la sociedad que no haya sido transformado por la invención de la web en un laboratorio de física. Desde las investigaciones hasta los negocios y la educación, la web ha estado reconfigurando la manera en que nos comunicamos, trabajamos, innovamos y vivimos. La web es un poderoso ejemplo de la manera en que las investigaciones fundamentales benefician a la humanidad”.
¡Satamismo, Herr Heuer!
A nivel estrictamente del lenguaje, tenemos como ahora el Diccionario de la Real Academia recoge ya el término web:

Artículo enmendado.
Avance de la vigésima tercera edición
web.
(Del ingl. web; propiamente 'red, malla').
1. f. Inform. Red informática.
□ V.
página web
sitio web
Real Academia Española © Todos los derechos reservados.

y, como apuntábamos también antes [previa su inclusión en la venidera edición impresa], Internet:

Artículo nuevo.
Avance de la vigésima tercera edición
internet.
1. amb. Red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras mediante un protocolo especial de comunicación.

ORTOGR. Escr. t. con may. inicial.

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La reproducción del primer sitio web
Uno se entera de estas cosas, naturalmente, porque decide surfear por la web para enterarse de lo que está pasando en el mundo que nos rodea [más allá de las pantallas estas de las terminales de computadoras que ocupan nuestro tiempo de manera casi constante].
La irrupción de la web, nos dice la CERN, fue de carácter explosivo: para fines de 1993, había ya 500 millones de servidores en funcionamiento y la “telaraña mundial” [y bueno, no deja de ser pintoresco, aunque chorro] representaba el 1% del tráfico mundial en la Internet.
“Transcurridos veinte años, se estima que hay unos 630 millones de sitios web en línea”, agrega la CERN.

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