Monday, May 25, 2020

De donde son los gusanos

Vladimiro — (Tranquilizador.) Es de noche, señor; ya ha anochecido. Mi amigo trata de hacerme dudar, y debo reconocer que por un momento lo ha conseguido. Pero no en balde he vivido este largo día, y puedo asegurarle que está dando las últimas boqueadas. (Pausa.) Y hablando de otra cosa: ¿Cómo se encuentra usted?

Estragón. - ¿Cuánto tiempo nos queda aún de aguantarlo? (Le sueltan un poco, y vuelven a cogerlo al ver que se cae.) No somos cariátides.
Samuel Beckett, Esperando a Godot


Si la memoria no me falla, fue en 1967 que la revista mexicana Siempre publicó un extenso reportaje sobre la Unión Soviética. Se cumplían 50 años de la victoria bolchevique en la Revolución de Octubre de 1917 que culminó en la fundación de la URSS y el artículo sintetizaba lo ocurrido durante ese medio siglo.

De donde son los gusanos: portada
Portada de la obra
No pongo mis manos sobre las llamas para asegurar cuál fue, precisamente, el mes de la publicación, pero aclaro lo relativo a la efeméride para disipar las dudas de quien pudiese por ahí desestimar la memoria, postulando aquello de que si alguna publicación latinoamericana fuese en ese entonces a dedicar espacio prominente a la URSS, la respuesta será siempre fácil.

Para entonces, recordarán, la revolución que llevó al poder a Fidel Castro tenía menos de una década de haberse establecido en Cuba. El reportaje en Siempre analizaba los resultados infructuosos de los soviéticos en el cumplimiento de las promesas que llevaron a su fundación luego del triunfo bolchevique y, en una de sus secciones, incluía comentarios de cubanos en la isla. No de cubanos de la calle, que se dice, sino más bien de quienes tenían un cierto rol protagónico.

Desecho las comillas porque no tengo la cita textual a mano, pero en uno de los más interesantes, uno de los entrevistados decía que, si después de 50 años [los cubanos] estuviésemos en la misma condición que hoy está la Unión Soviética, habría que hacer otra revolución. Imposible para mí asegurar, más de medio siglo después de leído el reportaje , si se identificó al entrevistado.

Estos párrafos introductorios, al igual que la cita (al tope) del diálogo entre Vladimiro y Estragón durante su segundo encuentro con Pozzo en Esperando a Godot, vienen a cuento porque ambos temas —el reportaje de 1967 y las frases de Beckett— me los ha hecho recordar Néstor Díaz de Villegas, tanto por el contenido de sus memorias, De donde son los gusanos, como por sus comentarios en la presentación del libro en Books & Books, la librería de Coral Gables que hace más que simplemente apilar libros en estantes y venderlos.

Me enteré del evento en sí más bien al azar. Una joven excompañera de trabajo, con quien restablecimos fugazmente contacto después de muchos meses de interacción cero, me hizo llegar la invitación de un colega periodista y, a la vez, excompañero de trabajo mutuo, Benigno Dou, para asistir a la charla de Díaz de Villegas sobre su obra. La presentación del libro tuvo lugar hace ya varios meses y circunstancias diversas —la dificultad de localizar archivos digitales bien resguardados en USB, una de ellas— resultaron en la postergación de esta entrega.

El 14 de octubre de 1974, nos dice Díaz de Villegas, fue apresado por elementos de la seguridad estatal cuando se preparaba a iniciar sus estudios de onceno grado, poco después de que había leído a sus condiscípulos la “Oda a Carlos III”, su poema de protesta por la decisión del gobierno de designar con el nombre del asesinado presidente de Chile, Salvador Allende, una de las arterias habaneras más conocidas, el bulevar Carlos III. Fragmentos de la subversiva composición que promovió el arresto pueden leerse en este blog.

Al momento de su detención, “En mi mochila, entre tomos de geometría y literatura clásica, llevaba una carga de poemas contrarrevolucionarios”, agrega el autor, en un detalle de llovido-sobre-mojado que muy probablemente deleitó a sus captores.

Su salida del campo de concentración fue resultado de la liberación de tres mil presos políticos tras un acuerdo logrado en 1979 por el presidente estadounidense, Jimmy Carter, y el libro recoge mucho de su vida en el exilio pero, sobre todo, las experiencias vividas a su retorno a la isla luego del actualmente truncado deshielo iniciado por otro gobernante demócrata, Barack Obama.


Sintetizo la obra en esos dos párrafos precedentes porque esta no es, como tal, ni una reseña ni una crítica detallada de De donde son los gusanos.

Hay por ahí en Internet reseñas y comentarios sobre el libro, como esta publicada en El Nuevo Herald o esta otra, que Radio y TV Martí divulgase por los mismos días en que la obra llegó a los estantes.

b.d.: el samizdater
b.d.: el samizdater





Poemas en miniatura
Poemas en miniatura
Mencionaba antes que parte de mi tardanza en publicar estas notas se debía, entre otras cosas, a la dificultad que planteó reencontrar archivos que tengo por ahí almacenados en formato digital.
Hace varios años, cuando coincidimos con Benigno en tareas de edición en una empresa de Miami, capté las fotos aquí incluidas, en las que nos mostró a varios la forma en que se las ingeniaba para conseguir que su labor literaria evadiese el asedio de los censores.
Rollo literario
Rollo literario

Díaz de Villegas nos dice también, en su libro, de otra de las facetas del mutuo colega: la de elemento activo en la publicación clandestina de traducciones de poetas norteamericanos, el samizdat cubano de los años 70, tan peligroso para quienes lo emprendían en la isla como para quienes acuñaron el término tras el Telón de Acero.

El confinamiento carcelario de Díaz de Villegas y la persecución que sufrieron Dou y muchos otros a quienes el autor menciona en su libro se dan, hay que recordarlo, menos de una década después de que, en 1967, el Consejo Literario de la Casa de las Américas emitiese su declaración “en favor de la libertad irrestricta” de la creación artística, sujeta a su carácter “revolucionario”.
Veinte mil leguas y 40 años después
Veinte mil leguas y 40 años después


La mención de las cariátides por el autor es más bien tangencial, tanto en el libro como en la charla a la que asistí y, presumo, en cualquier otro coloquio de presentación realizado.

Dice el relato:

Verja con cariátides
La verja de la vieja casa familiar
“Arribamos a Cumanayagua, mi pueblo natal, y vamos directamente a la última casa donde viví. Saludo a mis antiguos vecinos y veo que allí tampoco queda nada, aunque ahora hay unas verjas con cariátides que dividen los portales. Cariátides de molde, balaústres de concreto que después encontraré por todas partes, como mujeres de Lot”.

El comentario es más amplio y detallado durante su charla y desata una risueña reacción de la audiencia.

De donde son los gusanos abunda en imágenes hábilmente manufacturadas.
“La tarde se escurría entre el follaje como una serpiente desplumada”, nos dice en la frase que abre la última de sus páginas. Unas 20 páginas antes, afirma: “El cementerio de Colón, que hace dos años, durante mi primera visita, se encontraba en un estado de total deterioro, es hoy el único lugar habitable de La Habana”.

Un poco antes de la conclusión de ese mismo capítulo, opina el autor que si en Cuba “continúa el ritmo actual de petrificación, el peso de todas las generaciones muertas terminará aplastando como una pesadilla el cerebro de los vivos”.

Todo eso bien podría llevar a la misma conclusión que alcanza Estragón en la cita incluida al tope.

O quizá a describir la experiencia en la isla en los mismos términos con que el norteamericano Robert Heinlein (conforme la página en inglés de Wikipedia) describió en Stranger in a Strange Land la escultura de Rodin: “No se dio por vencida, Ben; sigue tratando de alzar esa roca, después de que la ha aplastado…”.

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