Thursday, October 23, 2014

De normativo a descriptivo

En caso de que las noticias sobre los casos de contagio con el ébola en España y Estados Unidos o asuntos más pedestres —no faltarán por ahí quienes se embelesan con las cursilerías de Justin Bieber o Kim Kardashian— les hayan impedido enterarse, déjenme repetirles aquí algo que no tiene novedad alguna: el nuevo mataburros ya está en las librerías.
Los académicos en la presentación del DRAE
La presentación del DRAE [Foto tomada del sitio de la RAE]

La inmersión temporal en un vacío noticioso, y no lo menciono necesariamente con animadversión alguna, se da con suma frecuencia y no es cosa de otro mundo. Pasa en las mejores familias, pues.
De lo que todos podemos estar seguros es que, para quienes andamos en las cosas del idioma —lo mismo sea por simple afición que por deber o por devoción— solo un ensimismamiento desmedido podría hacer que nos hubiese pasado inadvertida la publicación del nuevo Diccionario de la lengua española, también conocido como DRAE [sigla de Diccionario de la Real Academia Española].

Thursday, October 16, 2014

Dos pulgares hacia arriba

Curioso como la mente le hace asociar a uno cosas dispares.
Viene por ahí esta madrugada Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, con el anuncio de la iniciativa que ha dado en llamar Safety Check, y he pensado de inmediato en un ya desaparecido periodista y locutor salvadoreño, y su alter ego.
Me explico, antes de darles más detalles sobre Zuckerberg y su proyecto.
Muchos de mis contemporáneos y otros aún más jóvenes que yo [si se dan cuenta, es una frase que se presta a acusaciones de que uno sigue empeñado en ignorar el paso de los años] se recordarán de Crisantemina Siempreviva Ipecacuana, el personaje humorístico que durante años deleitó a miles en la radio de El Salvador.
Dos enormes pulgares hacia arriba
Dos enormes pulgares hacia arriba

“¡Aló! ¡Jelóu! ¿Con mis princesos y mis playboyas? ¡Así quería ver a mi pueblo!”, eran frases de la susodicha Crisantemina, quien en su monólogo se describía en diversidad de maneras. En el incluido en esta colección de clips radiofónicos que alguien identificado como Oscar O. Mendoza ha colgado en youtube, la oirán decir —empezando por ahí a eso del 1:47 en la cinta de unos 10:30 de duración— que era, “La chucha rota de los desamparados”.
El de Crisantemina era un humor sencillo.
Muchas de las frases que su intérprete utilizaba no eran ninguna invención suya.
Eran joyas recogidas del habla popular, que Crisantemina llevó al proscenio de la fama luego de reconocer que eran un reflejo de la idiosincrasia guanaca.
“¡Por estas, mírenme la seña!”, nos decía al micrófono. Y reíamos todos, porque en el código iba incrustado el ADN de nuestra manera de responder a situaciones de todo tipo.

Wednesday, October 15, 2014

Esperando en la estación de Metro Rail

Siempre he pensado que la luminosidad de las mañanas en Miami se nos escapa, con frecuencia, a todos, por cualquiera que sea el motivo.
Quizá una manera de mostrarlo sea con esta foto no retocada —aunque sí la he “recortado” para eliminar espacios superfluos en los bordes— que capté esta mañana, de pasajeros a la espera de transferir a un autobús en la estación Douglas Road de Metro Rail —el tren urbano miamense.
La luz, se darán cuenta, pasa desapercibida para la mayoría.
Esperando en Douglas Road
Ignorando la luz

Hay todo tipo de viajeros en el sistema urbano de transporte.
Algunos usan sus smartphones —sí, sí, la Fundéu aconseja la traducción literal— para filmar con la videocámara integrada a todos los demás viajeros que deambulamos por la banqueta.
Uno se da cuenta de lo que hacen y se pregunta —tras conjeturar si la motivación aparente no será solo una dosis enfermiza de voyeurismo— por qué lo hacen. Lo que en verdad no desea uno hacer es ponerse paranoico y pensar que a lo mejor alguien ha decidido seguirlo.
No será por nada que yo he escrito en alguna oportunidad, se dice uno, mientras busca tranquilizarse diciéndose que la importancia propia no es tanta como para que alguien le ande siguiendo.
A pesar de todo: “Señor, protégeme de fanáticos y de locos”, es la plegaria que de súbito surge en la mente, para tranquilizarse.
Como verán en la foto siempre hay, inevitablemente, alguien haciendo una llamada en su celular. Es imposible no compartir el mensaje de que "Sí, ya estoy en la parada y pronto subiré al bus para llegar ahí" —la precision del ahí, como es comprensible, desconocida para el involuntario escucha.
Hay quienes escuchan música con sus audífonos.
La luz, todavía sin ser notada, sigue arriba y en derredor suyo.

Friday, October 10, 2014

De quienes matan en nombre de Dios

Antonio de Benavides no era ningún Mariscal de Campo. Tampoco era ningún Cruzado de la Orden de Santiago ni visitador general enviado secretamente a Puebla —en lo que era entonces Nueva España, el México contemporáneo— en la primavera boreal de 1683.
La historiadora mexicana Lilian Illades Aguiar nos dice que como presunto “visitador general de los Tribunales de esta Ciudad”, De Benavides aseguraba que tenía la “encomienda de perpetrar algunas averiguaciones extremadamente secretas y dar cuenta de ello directamente al rey”.
Por esta razón se dio el apodo de “El Tapado” a De Benavides, quien clamaba ser Marqués de San Vicente y como tal fue, al parecer, bien recibido por la aristocracia local, detalla Illades Aguiar en “La nobleza criolla angelopolitana durante el gobierno de los Austria”, uno de los capítulos en “América bajo los Austrias: economía, cultura y sociedad.”
Milton, Oliver Cromwell y Andrew Marvell preparan la respuesta a la matanza
John Milton [izquierda] en un cuadro de Ford Madox Brown

Sin embargo, agrega Illades Aguiar, el hombre a quien también se llamaría en algún momento “ 'castellano de Acapulco' … no era noble ni enviado real ni nada parecido, era un vivales, acaso espía o pirata” y fue aprehendido cuando el alcalde segundo de la Puebla, don Tomás de Arana González, “descubrió su embuste”.
Uno bien podría llegar a la conclusión de que De Benavides fue osado y audaz con su impostura [piensen, si así lo desean, en una versión temprana y de la vida real de Antonio Banderas haciéndose pasar por hidalgo en las dos más recientes versiones cinematográficas de El Zorro], pero el timo de la era colonial no es el motivo por el cual su celebridad ha superado sus propios méritos.
Unos 300 años después de que el escándalo de “El Tapado” conmocionase a la nobleza de Nueva España, el escritor y poeta mexicano Octavio Paz destacó la historia en “Sor Juana Inés de la Cruz, o Las Trampas de la Fe”. Completar el libro, nos dice el ganador del Premio Nobel de Literatura en el prólogo, le llevó más de 30 años.

Thursday, October 9, 2014

Dimensión de héroes

El amor hacia los animales no me es extraño. Muy raramente suelo tener mascotas, pero también las ha habido —ocasionalmente— en casa.
Podría recitarles aún, como de seguro lo harían mis hermanos menores y muchos de los primos con quienes crecimos juntos, los nombres de los perros que soportaban el ensordecedor bullicio que armábamos, al congregarnos todos en la enorme casona del abuelo paterno en el pequeño pueblo del sureste salvadoreño donde discurrió nuestra infancia.
Tan manso era uno de esos canes, “Tigre”, que se prestaba para que los más pequeños lo montasen a lomos, inocentes Don Quijotes en busca de aventuras sin saber entonces, naturalmente, de que hubiese alguien así llamado.
Portada de El País
Aislamiento preventivo, futuro incierto

Hay en mi entorno cercano gente a quien amo sobremanera y cuyo amor por los animales es también inmenso. Y puedo asegurarles que quienes —dentro de ese entorno propio— escogieron la medicina veterinaria como profesión, lo hicieron más en respuesta a esa dedicación por el cuidado de los animales que por la necesidad de tener un medio de ganarse la vida.
Largo preámbulo, dirán algunos. Puede que así sea.
Traigo a cuento ese detalle personal porque no deseo en manera alguna que esta entrega genere ninguna confusión. Cualquiera que sea el amor que uno siente por los animales, me parece, hay una cierta dimensión en la que uno debería plantearse la respuesta a sucesos como el sacrificio reciente, en España, de Excalibur, la mascota de Teresa Romero, la enfermera del hospital madrileño que es la primera paciente en contagiarse de ébola fuera del continente africano.
Proteste uno lo que quiera. Diga lo que le venga en gana, que no se trata de callar a nadie. Las emociones, al fin y al cabo, le pertenecen a cada uno.
Para mí, dolerse por el sacrificio de un can sin deplorar, mientras tanto, la negligencia, los traspiés y los desaciertos que han acompañado la tragedia esta que tiene a Madrid por escenario, sin considerar, siquiera —porque es la única conclusión que se puede sacar— que lo que está sucediendo plantea una amenaza para decenas, cientos de miles, si es que no millones de seres humanos, es algo totalmente descabellado.
Véase si no.

Sunday, October 5, 2014

Los turcos y Rubén Darío

Es posible que haya por ahí alguna composición del insigne poeta nicaraguënse que venga de inmediato a la mente de algún lector, a manera de asociación directa, nada más se lea el título de esta entrega.
Hasta donde yo sé, no existe escrito alguno de Darío en el que se refiera al grupo social de personas de ascendencia levantina [con finalidad puramente de síntesis, valga la aclaración] a quienes en la América hispana se conoce aún de manera genérica como “turcos”.
Humor sin R Los Turcos
De "baisanos" a "guanacos"

No hay intención de mantener suspenso alguno, así que les diré que con el título me refiero a dos de los cientos —si es que no miles— de crónicas que Rafael Álvarez Mónchez, el colega a quien mencioné en una entrega reciente, publicó durante su larga carrera periodística.
A Mónchez [nadie, que yo sepa, lo llamaba por su nombre de pila y mucho menos por su apellido paterno o la combinación de ambos apellidos] pueden verlo segundo de la derecha en la fotografía que reproduzco abajo, cuyo pie de grabado se titula COLEGAS UNIDOS.
Tal como se explica en el pie de grabado, esa foto —una de las últimas oportunidades en que coincidimos con Mónchez— fue captada en el aeropuerto de Toncontín a mediados de 1980, poco después de que la cancillería salvadoreña había anunciado el acuerdo de paz que puso fin al estatus de beligerancia existente con Honduras desde la Guerra de las 100 Horas, en julio de 1969.
Primer aterrizaje en Toncontín
Mónchez, de saco y corbata; yo, barbado, en 1980