Thursday, October 23, 2014

De normativo a descriptivo

En caso de que las noticias sobre los casos de contagio con el ébola en España y Estados Unidos o asuntos más pedestres —no faltarán por ahí quienes se embelesan con las cursilerías de Justin Bieber o Kim Kardashian— les hayan impedido enterarse, déjenme repetirles aquí algo que no tiene novedad alguna: el nuevo mataburros ya está en las librerías.
Los académicos en la presentación del DRAE
La presentación del DRAE [Foto tomada del sitio de la RAE]

La inmersión temporal en un vacío noticioso, y no lo menciono necesariamente con animadversión alguna, se da con suma frecuencia y no es cosa de otro mundo. Pasa en las mejores familias, pues.
De lo que todos podemos estar seguros es que, para quienes andamos en las cosas del idioma —lo mismo sea por simple afición que por deber o por devoción— solo un ensimismamiento desmedido podría hacer que nos hubiese pasado inadvertida la publicación del nuevo Diccionario de la lengua española, también conocido como DRAE [sigla de Diccionario de la Real Academia Española].
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Vayan ustedes a la página principal de la RAE y encontrarán, además del Dossier de Prensa referido al DRAE, un listado de algunos de los artículos periodísticos más destacados en la fecha oficial de publicación.
Incluyo en esta entrega la captura de pantalla con el listado que menciono arriba porque, como sin duda alguna se percatarán, la ciberpágina recoge un aparente lapsus digitalis: dosier en vez de dossier. Como bien les informará el DRAE en caso de que soliciten la definición: “La palabra dosier no está registrada en el Diccionario”. [Lo de lapsus digitalis, naturalmente, es la locución fabricada que utilizamos en las redacciones de los periódicos para referirnos a un error de mecanografía —o tipográfico, a la usanza de antaño—, lo que hogaño muchos dan en llamar “typo” ("taipo") por la influencia del inglés en el habla].
Un lapsus digitalis en la RAE
Un lapsus digitalis y un profuso listado
En el referido dossier [¿dosier?] y en la serie de artículos que la Fundéu publica en el Especial de Diccionarios divulgado con motivo de la nueva edición del mataburros, así como también en los de la lista que publica la RAE, hay abundantes detalles sobre el tema. Aumentados, naturalmente, por las gacetillas o comentarios que se publicaron en su oportunidad en los medios más próximos a cada uno de nosotros.
Si bien es cierto que lo que abunda no daña, también corre uno el riesgo de aburrir con la reiteración.
Breve y conciso, pues: si desean deleitarse con las cifras no tienen más que bajar el PDF ese con el expediente para la prensa [lo de dossier, se los confieso, me suena un poco rimbombante y pretencioso] o clicar en cualquiera de los hiperenlaces del listado que recoge la RAE.
He escrito clicar más que a propósito.
Pulsen el hiperenlace y verán ustedes que el Diccionario Panhispánico de Dudas nos remite a clic [plural, clics], la castellanización de la onomatopeya inglesa “click”, y agrega luego que la locución “hacer clic” es “más recomendable” que las formaciones recientes, “clicar y cliquear”.
Aunque la redacción sugiere que utilizar la locución o cualquiera de los dos neologismos queda a criterio del hablante, lo que hace en esencia es normar el uso.
A lo largo de su historia, el Diccionario de la lengua española ha sido —y sigue siendo— fundamentalmente normativo, como leerán en esa exposición de Judith G. Ferrán en el Especial de Diccionarios de la Fundéu.
Dice Ferrán en esas 10 preguntas frecuentes sobre los diccionarios:

“El Diccionario académico, acaso el diccionario por antonomasia para el común de los hablantes, es un diccionario normativo y esto ya lo hace raro, especial, en su género.”


Totalmente de acuerdo.

Pero todas esas cifras en torno a la nueva edición del DRAE solo reflejan una realidad: el mataburros está pasando de normativo a descriptivo.
Esa no es ninguna invención nuestra. Es un proceso que comenzó hace ya bastante tiempo, desde antes de publicarse la ahora obsoleta 22ª edición.
¿Se acuerdan ustedes de todas esas quejas [lo hemos dicho en más de alguna oportunidad en estas HablanzasMalhablanzas] sobre cómo ya no es posible confiar más en lo que hacen los académicos de la RAE?
En ese último hiperenlace que recogemos arriba de la entrevista del diario madrileño ABC con Pedro Álvarez de Miranda, quien dirigió el proceso para la publicación de esta nueva edición del mataburros, nos dice el académico:

“Es que realmente yo creo que el Diccionario tiene que ser más descriptivo que normativo, aunque la gente lo consulta con mucha fe normativa. Hay gente que tiene como una visión mágica del Diccionario, que lo que no está en el Diccionario no existe, y no es así. La Academia tiene un papel normativo muy claro en el terreno ortográfico, porque la ortografía es el aspecto más convencional de la lengua. En cambio, en el terreno léxico y gramatical las cosas son de muy otra manera, los hablantes son los que tienen la última palabra, y la Academia puede recomendar, puede aconsejar y puede triunfar en sus recomendaciones y consejos, o puede fracasar.”

A buen entendedor, pocas palabras.

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