Friday, October 10, 2014

De quienes matan en nombre de Dios

Antonio de Benavides no era ningún Mariscal de Campo. Tampoco era ningún Cruzado de la Orden de Santiago ni visitador general enviado secretamente a Puebla —en lo que era entonces Nueva España, el México contemporáneo— en la primavera boreal de 1683.
La historiadora mexicana Lilian Illades Aguiar nos dice que como presunto “visitador general de los Tribunales de esta Ciudad”, De Benavides aseguraba que tenía la “encomienda de perpetrar algunas averiguaciones extremadamente secretas y dar cuenta de ello directamente al rey”.
Por esta razón se dio el apodo de “El Tapado” a De Benavides, quien clamaba ser Marqués de San Vicente y como tal fue, al parecer, bien recibido por la aristocracia local, detalla Illades Aguiar en “La nobleza criolla angelopolitana durante el gobierno de los Austria”, uno de los capítulos en “América bajo los Austrias: economía, cultura y sociedad.”
Milton, Oliver Cromwell y Andrew Marvell preparan la respuesta a la matanza
John Milton [izquierda] en un cuadro de Ford Madox Brown

Sin embargo, agrega Illades Aguiar, el hombre a quien también se llamaría en algún momento “ 'castellano de Acapulco' … no era noble ni enviado real ni nada parecido, era un vivales, acaso espía o pirata” y fue aprehendido cuando el alcalde segundo de la Puebla, don Tomás de Arana González, “descubrió su embuste”.
Uno bien podría llegar a la conclusión de que De Benavides fue osado y audaz con su impostura [piensen, si así lo desean, en una versión temprana y de la vida real de Antonio Banderas haciéndose pasar por hidalgo en las dos más recientes versiones cinematográficas de El Zorro], pero el timo de la era colonial no es el motivo por el cual su celebridad ha superado sus propios méritos.
Unos 300 años después de que el escándalo de “El Tapado” conmocionase a la nobleza de Nueva España, el escritor y poeta mexicano Octavio Paz destacó la historia en “Sor Juana Inés de la Cruz, o Las Trampas de la Fe”. Completar el libro, nos dice el ganador del Premio Nobel de Literatura en el prólogo, le llevó más de 30 años.
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El maestro Paz detalla cómo entre los poemas dedicados por Sor Juana al virrey y la virreina se encuentran varios que contienen suplicatorios: "En uno de ellos, la Décima Musa pide a Tomás de la Cerda perdonar la vida de un tal Antonio de Benavides, quien se había hecho pasar por un Mariscal de Campo, el Marqués de San Vicente”.
Vuelvo, en breve, a “El Tapado” y la intercesión de Sor Juana. Se los prometo.
Unos 30 años antes de que las malandanzas de De Benavides sacudieran a Nueva España, en 1655 para ser exactos, se escribió otro poema: un soneto. En el enlace anterior y en el que sigue encontrarán detalles sobre la matanza de los valdenses, así como también vínculos hacia la síntesis, en español, de la denominación protestante sujeto de persecución por católicos en el norte de Italia.
Hallarán, asimismo, un resumen de qué llevó al poeta inglés John Milton —sí, sí, el mismo de
El paraíso perdido— a repudiar la masacre.
Pueden también hacer clic aquí para un análisis exhaustivo, en inglés, del soneto de Milton, que incluye datos adicionales sobre los antecedentes religiosos, socio-políticos y económicos de la era, con los cuales la comprensión del poema será optimizada.
El soneto 18 de John Milton, en inglés
Soneto 18: Sobre la reciente matanza en Piamonte 

El autor de ese análisis, John Minot, concluye diciendo que si bien, “La convicción religiosa y opiniones políticas de Milton eran vigorosas, era asimismo demasiado reflexivo como para ser un fanático; su soneto refleja el contraste entre ese deseo humano de que los problemas se resuelvan por sí solos y las responsabilidades que en verdad, sabemos, es necesario afrontar”.
Como todos sabemos a la perfección, esa “precoz depuración sectaria, chocante para los lectores de cualquier edad”, según Minot califica la matanza de los valdenses, no es única en la historia.
Y sabemos, también a la perfección, que es el tipo de comportamiento que se está llevando a cabo en nuestros días y por el que algunos abogan y lo publicitan.
Hay muchas formas de reaccionar a las matanzas que se implementan en el nombre de Dios.
Hay quienes guardan silencio, como es el caso de aquellos prontos hasta a matar cuando creen percibir algún tipo de ofensa contra su religión, para referirnos nada más a uno de los muchos segmentos en juego en la sociedad global de nuestros días.
Y también están aquellas personas que con frecuencia buscan racionalizar el salvajismo diciendo, casi en un susurro inaudible como para dejar en claro que si bien ellas, definitivamente no comparten esa creencia … “¡Mira lo que les pasó a ellos durante las cruzadas!” [La traducción del soneto que ven a la derecha está tomada de "Las cien mejores poesías (líricas) de la lengua inglesa", de Fernando Maristany.]
John Milton: Sobre la reciente matanza en Piamonte
Venga a tus mártires caídos

No todos podemos escribir, con el mismo vigor que lo hizo Milton hace 350 años, para deplorar asesinatos espantosos y barbáricos como los de fechas recientes en el Levante.
Pero eso no nos impide desconocer al enemigo.
Y podemos también compartir y proclamar la verdad que, en 1684, sustentó la apelación de Sor Juana para que un gobernante perdonase a un convicto.
“No se sabe”, dice Illades Aguiar, “lo que movió a la Décima Musa a impetrar la malograda benevolencia del virrey para salvar de la horca al Tapado, pero lo hizo de manera sutil, inteligente y hermosa”.
La transcripción castellana del poema, que encontramos en “The Politics and Poetics of Sor Juana Inés de la Cruz”, dice textualmente:


                                                   Muerte puede dar cualquiera;
                                                   vida sólo puede hacerlo
                                                   Dios: sólo con darla
                                                   podéis a Dios pareceros



De la misma manera en que no desconocemos al enemigo también estamos muy al tanto de a quién ese enemigo no está siguiendo.

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