Thursday, October 12, 2023

Mirando cosas viejas

Como quedará claro en esta breve entrega, el título nada tiene qué ver con ninguna melodía de salsa ni con mirarse —vale, vale, pues, mirarme, para ser más exacto— en un espejo.
Me refiero más bien a las capturas de pantalla (fotografías, si lo prefieren) de dos de mis poemas preferidos, que reproduzco a continuación.
Con galantería, sin temor
Colgué ambas fotos hace ya más de una decena de años, meses antes de las fechas en que se revive el debate anual sobre lo que antes llamábamos el Día de la Raza.
La virulencia en torno a la llegada de Cristóbal Colón a nuestra América continúa.
La oda de Neruda a las palabras —al lenguaje, de hecho— deja patente que si se aprecia solo desde el punto de vista de quienes aborrecen la noción del “descubrimiento”, esa virulencia se afinca en el error [digresión — qué les parece leer ahí, a mitad del prosema: “Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció.”)
Una vía de va y ven


En Hablanzas he dicho en numerosas oportunidades que esto del lenguaje ha sido, desde siempre, un intercambio, una amplia calle de va y ven, antes que una vía de sentido único.
Se acordarán de cigarro , la expresión maya que saqué a cuento en la entrega sobre el mofletudo e indigesto viajero ferroviario.
En varias oportunidades, no necesariamente en este blog, he mencionado que tiza, del náhuatl tizatl, según apunta el DLE, parece ser el término preferido en la península, en contraposición al uso de yeso en América.
Nos dejaron las palabras, nos dice don Neftalí, pero también se llevaron otras como tiza y cancha, del quechua kancha “recinto, cercado”.
El uso extendido de ambos términos —extranjerismos, de hecho, porque provienen de otros idiomas— en la actualidad no necesariamente implica que se los adoptara fácilmente.

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