Nada fuera de lo común en términos de San Miguel —oriente de El Salvador para los foráneos.
La portada de la extra |
Hacía, digo, un sol abrasador y un calor agobiante.
Estaba junto a una de las bombas de la gasolinera, enmedio de la isla de servicio, cuando el locutor de la radio transmitió las primeras frases de la noticia que a mí me dejó helado.
Minutos antes, en Dallas, Texas, el presidente estadounidense John F. Kennedy había sido víctima de un atentado.
El despacho inicial sobre el atentado fue seguido, posteriormente, de actualizaciones sobre los sucesos en Dallas.
La coincidencia de que la zona horaria en Dallas y El Salvador sea la misma hizo que muchos salvadoreños siguiéramos los detalles sobre el magnicidio prácticamente con la misma inmediatez con la que se difundían en Estados Unidos.
Traigo a cuento mis remembranzas porque noticias como el asesinato de John F. Kennedy son del tipo ese que suelen calificarse como seminales.
Ciertas vivencias parecen grabarse de manera más profunda y las memorias fluyen detalladas.
Hay otras noticias de ese tipo: cosas como el nacimiento de una hija o la muerte de alguien querido.
Es frecuente escuchar eso de que el tiempo parece detenerse si alguien se ve involucrado en un accidente de gran envergadura.
Los despachos de prensa |
No nos afecta directamente, pero se retiene de manera más vívida que otros sucesos.
La mayoría de nosotros, por ejemplo, recuerda casi en perfecto detalle en qué nos ocupábamos cuando los terroristas islámicos montaron el atentado contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York.
Decenas, quizá cientos de veces, desde muy pequeño hasta ya bien entrada mi adolescencia, visité la gasolinera en la terminal de autobuses. En ninguna de esas ocasiones —y ciertamente tampoco ahora— podría decirles después qué canción sonaba en la radio o cuál era el anuncio que hizo un determinado locutor.
Hay un cierto proceso de absorción automática, involuntaria, que se da con el diario vivir, de manera que tampoco hablo de recordar casi al pie de la letra sucesos, en cierto modo, cotidianos, como vendría a ser, por ejemplo, frases o eslogans publicitarios.
Con el tiempo, ya como periodista, hay una cierta indelibilidad de los detalles en torno a qué hacía y dónde estaba yo en un momento específico relacionado con un hecho de trascendencia: el asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero en San Salvador, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, el inicio de un frustrado golpe de estado en El Salvador en 1972, y otros.
Caricatura de Nando en El Diario de Hoy |
Ese no era el caso en el tórrido mediodía del Este salvadoreño ese viernes 22 de noviembre de 1963.
Apenas había cumplido 15 años unos meses antes y faltaban escasas semanas para que iniciase mi último año de secundaria, de manera que fue la sensación esa de estar atestiguando —a distancia, naturalmente— algo histórico la que indudablemente me mantuvo próximo a la oficina de la gasolinera durante más de una hora, a la espera de más detalles.
Al tope de esta entrega está la primera plana de la Extra que El Diario de Hoy publicó esa misma tarde del 22 de noviembre de 1963.
Tanto la foto de portada como el inserto en la información con los despachos desde Dallas sobre el atentado son imágenes que Guillermo Peñate Zambrano, el colega periodista a quien recordé en esta entrega de otro de mis blogs, había captado durante la visita de Kennedy a San José, Costa Rica, en marzo de 1962.
Notarán que el inserto en los despachos es un recorte de la imagen de Peñate Zambrano que El Diario de Hoy había publicado exactamente ocho meses antes del atentado.
Ocho meses antes, la foto de JFK con Rivera |
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