Una de ellas fue hace unos cuantos años, cuando un comediante sacó el tema a colación en uno de esos programas nocturnos de la TV.
La más reciente fue hace apenas unos días, cuando el tema fue parte de la respuesta en el torneo anual para adolescentes [Teen Tournament] del show Jeopardy.
Lo más probable es que la mayoría de ustedes sepa [los católicos están más que familiarizados con el tema] que el Vaticano tiene un santo patrono para tácitamente cualquier tipo de actividad que a uno pueda ocurrírsele.
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En esta página web, por ejemplo, leerán de Lorenzo, uno de siete diáconos a los que se había confiado la asistencia a los pobres y los necesitados en Roma allá en torno al AD 258.
En los detalles, se darán cuenta de que Lorenzo fue martirizado porque se negó a entregar al prefecto romano de la época la fortuna eclesiástica que el religioso, supuestamente, ocultaba.
Se le condenó, dice la página web, “a una muerte cruel y lenta. Al santo se le ató sobre una parrilla y encima de una hoguera que, poco a poco, quemaba su piel, aunque Lorenzo ardía con tanto amor por Dios que prácticamente no sentía las llamas. De hecho, la fuerza y el gozo que Dios le dio fueron tan grandes que hasta bromeó. ‘Denme la vuelta’, le dijo al magistrado. ‘¡Por este lado ya estoy hecho!’ ”.
La versión en español de este otro sitio apunta que, justo antes de morir, Lorenzo habría dicho a sus verdugos: "La carne ya está lista, pueden comer".
Al parecer, el estoicismo de Lorenzo bastó para que se le designase santo patrono de los cocineros, un hecho que el comediante al que aludí antes consideró más que jocoso [Lorenzo es también invocado como patrono de los archivistas, bibliotecarios, curtidores y mineros, según el sitio en español que cito arriba].
Los datos sobre Lorenzo pueden encontrarse también, de manera casi idéntica, en Wikipedia, donde se le cataloga como patrono de “cocineros y chefs” —se omite a los archivistas, mineros, bibliotecarios y curtidores— y se incluye una nota de cautela en torno a la leyenda que mencionamos.
Los historiadores, nos dice la ciberopedia, apuntan que la forma en que Lorenzo fue, supuestamente, martirizado, contrasta con la decapitación que la ley prescribía para la ejecución de diáconos y otras jerarquías eclesiásticas.
Y agrega la teoría de otro historiador en torno a cómo pudo haber nacido la tradición sobre la parrilla: “Él postula que fue resultado de una transcripción errónea, que al omitir accidentalmente la letra ‘p’ convirtió la fórmula solemne y acostumbrada de anunciar la muerte de un mártir —passus est (‘padeció’, o sea, fue martirizado)– en assus est (‘lo asaron’)”.
[Incidentalmente y ya que estamos hablando sobre santos patronos, este bien podría ser el momento oportuno para recordar lo sucecido con la historia de Chad, también un obispo católico de la segunda mitad del Siglo VII que figuró de manera prominente en artículos noticiosos en el 2000, cuando se le atribuyó ser el “santo patrono de las elecciones”. Según nos dice Wikipedia, la especie en torno a Ceada o Ceades, su apelativo en español según este otro sitio, carece de veracidad: “Debido a la forma más bien confusa en torno a los nombramientos de Chad y las referencias continuas a los 'chad' —los pedacitos de papel en el reverso de las papeletas electorales remanentes del uso de las máquinas de votación por los votantes— durante las elecciones presidenciales (esadounidenses) del 2000, se sugirió de manera más bien jocosa que Chad es el santo patrono de los procesos electorales irregulares. De hecho, no hay ningún santo patrono oficial de las elecciones, aunque Tomás Moro sí sea el de los politicos”.]
No he traído a cuento a Lorenzo de Roma [¡Bueno, vale, San Lorenzo, ya que insisten!] porque haya interés alguno de mi parte en hacer mofa de la tradición sobre la manera en que lo ejecutaron.
Tampoco porque lo considere un héroe aun cuando [prescindiendo de llamarlo santo, porque mis creencias no van por ahí] no tenga ningún problema en considerarlo un mártir.
Pero deben aceptar que uno bien podría hacer cualquiera de las dos cosas, dependiendo de su nivel de cinismo o de si se cuenta a sí mismo entre los miembros de la grey católica.
Nada de vaquero pero sí un héroe, fue inicialmente el título que pensé dar a esta entrega introductoria sobre William Tyndale, cuya biografía les informará sobre cómo se convirtió en mártir.
Sí, exactamente; todo un héroe. ¡Gracias por compartir esto, amigo!
ReplyDeleteGracias, Nati. Por ahí continúa la serie en breve.
DeletePor cierto, hacía muchísimo tiempo que no pasaba por aquí.
ReplyDeleteSip, me tienes abandonado, Nati. Saludos.
DeleteBueno, amigo; fue sin querer queriendo... ¡perdón!
ReplyDeleteNada que perdonar, Nati. Fue más en broma que en serio. Un abrazo.
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