Monday, March 23, 2015

Cuando mataron a monseñor

La entrevista de 1977
Era una de esas tardes apacibles y doradas. Uno de esos típicos atardeceres de San Salvador cuando se está en el tercio final de la temporada seca —lo que llamamos verano— y el canto de las chicharras anuncia la inminente llegada de la Semana Santa.
Lunes, 24 de marzo de 1980.
Invitados por el embajador de los Estados Unidos, Robert White, un grupo de periodistas asistíamos en una residencia de la colonia San Benito a la recepción de bienvenida al nuevo jefe de prensa de la misión diplomática, Howard Lane.

Poco más de 24 horas antes, en su acostumbrada homilía dominical desde el altar de la basílica del Sagrado Corazón, monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de San Salvador, había hecho su vehemente llamado al “cese de la represión”.
Como cabía esperar, la homilía era uno de los distintos temas sobre los cuales se conversaba.
Otros eran la campaña presidencial en Estados Unidos y el debate sobre el traspaso del Canal de Panamá, por Washington, al gobierno entonces liderado por el general Omar Torrijos.
Unos cuantos días antes de la recepción, uno de los canales de la TV comercial salvadoreña había difundido un programa especial estadounidense, con traducción al español, en el que se perfilaba a Torrijos y su gobierno como futuros administradores de la vía interoceánica.
“Me pareció que técnicamente estuvo muy bien hecho”, fue la respuesta que dio a White uno de los invitados, al sondear el diplomático la reacción entre sus invitados.
La ambigüedad de la respuesta pareció dejar en claro a White que su interlocutor no había siquiera visto el programa y se lo dejó saber con su comentario: “Todo lo que hace la TV estadounidense está técnicamente bien hecho”.
Justo en ese momento, alguien llamó a White para anunciarle la llegada de un nuevo huésped.
El recién llegado era Jorge Pinto h. Y su visita no tenía nada qué ver con la recepción de bienvenida a Lane.
Tras conversar unos momentos en privado con Jorgito, como todo el mundo lo conocía, fue el mismo White quien se volvió hacia el resto de los asistentes para que nos acercásemos a ellos y que fuese el mismo colega quien nos diera los detalles.
Asesinado ante el altar
Asesinado ante el altar

“Mataron a monseñor”, comenzó Pinto su relato.
De primera mano, aparte de quienes se habían congregado en la capilla del hospital La Divina Providencia para la misa conmemorativa que monseñor Romero oficiaría por la madre de Jorgito, yo fui uno de los primeros salvadoreños en conocer los trágicos detalles del asesinato.
Apremiado por el tiempo, decidí no llamar un taxi para dirigirme a las oficinas de la subsidiaria regional de EFE en San Salvador y pedí a uno de mis colegas —el mismo, de manera más que curiosa, con quien ocho años antes habíamos compartido el incidente que relaté en esta entrega previa— que me llevara, mientras él enrumbaba hacia su trabajo en EL DIARIO DE HOY, donde yo inicié mi carrera periodística.
“ASESINADO EN SAN SALVADOR MONSEÑOR OSCAR ROMERO” —ese fue el escueto “boletín” de una sola línea que transmití por el teletipo hacia la jefatura en Panamá de la Agencia Centroamericana de Noticias, la subsidiaria regional (de donde, pues, ACAN-EFE).
Si la memoria no me falla el boletín se retransmitió sin edición alguna hacia Madrid y fue, a su vez, lanzado tal cual hacia los teletipos de los abonados.
La rapidez con que se procesó la alerta noticiosa solo fue superada, en parte, por los insistentes “mensajes de servicio” que enviaría luego la redacción de Internacionales en Madrid pidiendo ampliación, ampliación, ampliación…
El jefe de la corresponsalía, Rosendo Majano h., y Pablo Ayala, asistente de la redacción, se habían sumado ya entonces a la tarea y contenían la avalancha de pedidos mientras procesaban, a su vez, otros despachos.
La información que nos proporcionaron luego los colegas en Panamá y Madrid fue que con el boletín y los despachos ampliados habíamos sacado ventaja de varios minutos a las otras agencias internacionales de noticias. Era una época en la que la radio era el medio de difusión instantánea por excelencia y la transmisión por teletipo era el equivalente del envío de noticias por mensajero de a pie, de manera que una ventaja de minutos era espectacular.
A monseñor Romero lo conocí desde mis años de estudiante de secundaria en San Miguel, este de El Salvador. El prelado fue, brevemente, al término de mis estudios de bachillerato, capellán del Instituto Católico de Oriente (Colegio Marista), y fui yo el primer periodista salvadoreño en entrevistarlo poco después de su nombramiento como arzobispo, en febrero de 1977.
Resumen de la última entrevista
Resumen de la última entrevista

Unas cinco semanas antes de que lo asesinaran, en torno a mediados de febrero de 1980, lo entrevisté a pedido de una revista suramericana cliente de EFE.
Las notas las tenía entonces a la mano y luego de despachar los boletines, urgentes, ampliaciones y resúmenes con los detalles del atentado, resumí la entrevista [condensada en esta página web del Centro Virtual Cervantes] para el hilo de noticias.
Era para entonces casi la medianoche del lunes, 24 de marzo de 1980.
Y mi país se adentraba en una vorágine de violencia de la que aún parece no escapar.
Despacho en Excélsior, de México
Uno de mis despachos en Excélsior, de México

2 comments:

  1. Gracias, Don Mauro, por llevarme tantos años atrás a la redacción de la emisora de radio en la que trabajé por 26 años. Nunca olvidaré ese día, la conmoción que provocó el cable que Lachey, el auxiliar de redacción, llevaba en su mano diciendo: "Lo mataron, lo mataron". No procesamos la noticia, solo punteamos el cable y así mismo lo llevamos a cabina. Se interrumpió la programación con los campanólogos que se usaban cuando se iba a dar una noticia muy importante, y así mismo salió al aire. No podia yo imaginar que décadas después, el exilio o la emigración, cualquiera de los dos, me iba a llevar a conocer y a aprender del autor de aquel despacho que empezaba "Urgente..." y terminaba "Ampliación, Seguirá".

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    1. Gracias, Perla, por el comentario. Para mí es también un enorme placer conversar y compartir sobre momentos históricos que han quedado grabados en nuestra mente y son parte de nuestra vida. Un cordial abrazo, mi dilecta amiga y colega.

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