Monday, April 8, 2013

Conecte el cerebro antes de hablar

El título de esta entrega es una frase que se encuentra a menudo en las redes sociales, con ligeras variaciones.
En síntesis —y no es que estemos presumiendo aquí de haber emprendido la reinvención de la rueda— antes de afirmar algo sobre el tema ese que justo se le acaba de venir a la mente, cerciórese de que sabe de qué está hablando.
Su inventora se apellidaba Miller
O como bien apuntan los paremiólogos del Centro Virtual Cervantes en el Refranero Multilingüe: asegúrese usted de que, al hablar, prima la discreción.
Esa es la idea clave en refranes, lo mismo en desuso que aún en boga, como “Por hablar poco, nada se pierde”, “Más vale buen callar que mal hablar”, “A buen entendedor, pocas palabras” y hasta “En boca cerrada, no entran moscas”.
No todas esas paremias [refranes, pues, pero reitero el vocablo para facilitar la relación con lo de paremiólogos arriba, en caso de que el vínculo con refranero no haya quedado muy claro] corresponden exactamente con la frase del título.
Las cito, sin embargo, en razón de la imagen al tope, en la que un anónimo crítico tuvo a bien captar con su celular unos cuantos párrafos de la información publicada en un periódico salvadoreño en torno a un hecho criminal.
“Lo menos que podrían hacer estos periodistas [no cito textualmente, porque la imagen la encontré hace ya algún tiempo y puse el tema al rescoldo durante casi un año] es consultar” el Diccionario de la Real Academia, rezaba, por ahí, la crítica, aludiendo a la inclusión de blúmer en el texto de la gacetilla.
De manera más bien curiosa, el periódico sujeto de la anónima crítica es el mismo en el que dos de sus más connotados columnistas de la época libraron hace más de medio siglo una amigable polémica en torno al uso [o mal uso, para ese entonces] del término cuyo origen se encuentra en el inglés bloomers.
Aunque la inventora de la revolucionaria prenda interior fue Elizabeth Miller, el nombre con que pasaron a la posteridad es homónimo del apellido de Amelia Bloomer, una feminista de mediados del Siglo XIX, como leerán en el hiperenlace anterior.
En el recorte de El Diario de Hoy que reproduzco abajo, Pedro C. Maravilla [seudónimo del poeta y periodista salvadoreño Serafín Quiteño] reprendía al también columnista, padre Robustiano Redondo [uno de los varios nom de plume, a su vez, del médico y escritor Alberto Rivas Bonilla] por su presunta falta de tacto al abordar el tema del uso de “brassiere” y “bloomers” [haga clic en el facsímil para leer el texto].



El tono de C. Maravilla era humorístico, también para su época, y es bien probable que a estas alturas habrá más de alguien que se sienta ofendido por el uso de ciertos vocablos en la columna —que dicho sea de paso era todo un jolgorio, al hacer énfasis en el sacerdocio [en la vida real, Rivas Bonilla no tenía nada de cura] que presuntamente le impediría ser conocedor de prendas femeninas.
Lo que sí quedaba claro, entonces, es que Robustiano Redondo tenía razón al criticar el uso del anglicismo.
No es el caso del anónimo crítico de la utilización de blúmer en la gacetilla.

Artículo nuevo.
Avance de la vigésima tercera edición
blúmer.
(Del ingl. amer. bloomers).
1. m. Am. braga (‖ prenda interior) U. t. en pl. con el mismo significado que en sing.

Tal vez no "conecte el cerebro" pero sí "consulte el DRAE" antes de criticar un término, ¿no les parece?

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