Thursday, January 26, 2012

La sombra de un soldado a las cinco de la tarde

Ni en mano ni volando, pero son pájaros
La cuestión esta de citar refranes tiene sus bemoles.  
Diga usted un refrán y no faltará el comentario jocoso en torno al tema. Bien puede ser que quien comenta desea introducir un tono ligero en el debate o la conversación. Pero también puede ser que en la mente de quien interpone el comentario, la literalidad doblegue al concepto.
Por ejemplo, un colega y excompañero de trabajo lamentaba hace poco en uno de sus comentarios la manera inexacta en que muchos dan en citar aquello de, “Cuando la barba de tu vecino veas cortar, pon la tuya a remojar” (otra versión pluraliza, “… las barbas … las tuyas…”). Y si mal no recuerdo, citaba él una tercera versión en la que las barbas no se cortan, sino que arden. El punto es que en uno de los comentarios, viene el aparte burlón: “¿Y si soy mujer y no tengo barba?”
En mi opinión, no es necesario ser paremiólogo para entender que si decimos “Más vale pájaro en mano, que cien volando”, lo que menos debemos esperar es ver ave alguna surcando el firmamento.
Eso pasa en cualquier idioma. “I don't wear panties”, fue una de las respuestas ofrecidas en un ciberforo en inglés a la consulta sobre qué quiere decirse con, “Don't wear your panties in a bunch”.
Aunque es una frase sin lugar a dudas sexista (en especial, claro está, si va dirigida a un hombre) el concepto nada tiene que ver con si la prenda interior que se usa es o no un panty.
El Urban Dictionary explica aquí que simplemente es una manera coloquial de decir a alguien, “Tranquilízate, no hagas un escándalo”.
“No seas Alharaco”, diría la gente de mi generación que creció desternillándose con las desaforadas reacciones del huasito chileno en la tira cómica homónima. (En una que recuerdo, en el primer cuadro el personaje, con los ojos desorbitados, las venas del gaznate a reventar y en presencia de una mujer con niño en brazos, increpa a los poco caballerosos ocupantes de un autobús porque presuntamente no le ceden a ella asiento alguno: en el segundo cuadro, el autobús se ve semivacío).
Ese desfase entre los aspectos literal y conceptual se ilustra mejor cuando analizamos traducciones equivocadas, más que frecuentes.
“La bandera golpeó al aficionado” fue el ofrecimiento de un redactor al titular “The flag hit the fan”, básicamente un juego de palabras con “The shit hit the fan” (Se armó el despelote, diríase por ahí).
La desafortunada traducción jamás vio la luz del día, gracias a la oportuna intervención de un colega a cargo de editar la gacetilla en la cual se resumía la controversia en torno a una ley que proscribía la quema de la bandera en Estados Unidos.
Casi tan memorable es la Ley General del Comercio de Autobuses, como se había traducido la Omnibus Trade Bill que por ese entonces (léase principios de la década de 1990) se debatía en el Congreso de Estados Unidos.
Una “omnibus bill” no tiene nada que ver con autobuses, es simplemente un proyecto de ley que recoge iniciativas variadas sobre diversos temas, por lo general incorporados o adjuntos a un tema principal, en este caso el comercio.
Unos años antes, cuando la NASA estaba todavía en sus preparativos para iniciar el ahora desaparecido programa de transbordadores espaciales, muchas de las informaciones despachadas desde Washington, D.C., aludían a los lanzamientos de satélites espía del Pentágono.
A bordo, indicaban los reportes gubernamentales, iban cámaras tan avanzadas con una definición asombrosa, capaces de captar desde los cientos de kilómetros de distancia de su órbita geosincronizada, detalles tan precisos como el crecimiento incipiente de la barba al término de la jornada laboral, lo que en inglés se da en llamar “a soldier's five o'clock shadow”.
¡Satamismo! Se tradujo (no se publicó así, pero se tradujo) como “la sombra de un soldado a las cinco de la tarde”.

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