Friday, January 27, 2012

No llores, que no perdiste

Lo siento, viejo, me llevo a la Academia.
Es uno de los escollos más fáciles de evadir, pero de igual manera una tentación en cierta forma omnipresente. Hablo del prescriptivismo. La idea esa de que porque uno va a comentar cosas del lenguaje comenzará, de repente, a preceptuar cómo debe decirse algo. O peor aún, que vendrá por ahí alguien a engatusarle a uno para que lo intente.
Para ordenar y prescribir en cosas del lenguaje está la Real Academia Española. Así de sencillo.
Al menos por lo que a mí respecta, me parece que sería más que arrogante pretender que hay más conocimiento en una sola persona que en la sabiduría combinada de decenas, por no decir cientos.
Una sabiduría colegiada que igual puede equivocarse, porque así sea precepto académico no todo lo que figura en el DRAE es siempre lo correcto.
Las modificaciones de artículos, las enmiendas al DRAE son precisamente eso, el reconocimiento de que, en algún momento, esa sapiencia colectiva pifió.
Para no extendernos en el tema, porque todo el mundo es gente ocupada y no tiene uno tiempo para gastarlo en lecturas prolongadas: así como puede haber inclusiones que reflejan errores propios de la actividad humana (por ahí hay ensayos de los mismos académicos sobre la incorporación equivocada de ciertos términos) o de criterios mal acogidos, puede haber también exclusiones (ausencia de ciertos términos) tanto acertadas como desacertadas.
Cualquiera que sea el caso, mi opinión es que si se anda en busca de recetas, el mataburros es el lugar más indicado para encontrarlas.
Nada de eso impide que uno venga y analice (concluya, al fin de cuentas) en que algo está bien dicho o que un término esté mal utilizado.
Los ejemplos abundan en todas partes.
Al menos aquí en Estados Unidos, es frecuente escuchar en los mensajes promocionales de las cadenas de televisión que “este sábado” su cine estelar (o cualquiera que sea el título del espacio) está de rechupete, porque en ese filme actúa “el ganador de la Academia” (nombre del actor).
'scuse me?
Desde hace ya años y presuntamente en un afán de evitar más daños a la ya frágil sensibilidad de los actores, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (Academy of Motion Picture Arts and Sciences) impuso un cambio en la ceremonia anual de entrega de los premios Óscar.
En lugar del tradicional, “And the winner is…!” (¡Y el ganador es…!), los jerarcas de la AMPAS pidieron a sus presentadores utilizar una fórmula según la cual no hay perdedores: “And the Oscar goes to…!” (¡Y el Óscar es para…!”) [En la imagen flash que ilustra el post y que puede verse aquí la pregunta es quién volverá a casa con un Óscar, no con la Academia a cuestas].
Todos contentos y calabaza, calabaza, cada quien para su casa. Si te dueles es por llorón, porque aquí nadie te ha llamado (por inferencia) perdedor.
No descarto que haya alguna obligación contractual para que en la promoción de películas se emplee un lenguaje que remede el “Academy Award winner” con que actualmente se hace propaganda a las producciones cinematográficas que incluyen a ganadores de la dorada estatuilla. (De paso, el artificio publicitario permite, en inglés, promocionar a todo el mundo: la película vale ahora también porque está nominada —o en su elenco figuran candidatos— al premio).
Sería lo único que explique el despropósito de tener ganadores de la Academia, no del Óscar.

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