Saturday, February 4, 2012

Golfea todo lo que quieras

Con lo de zigzagueo en la entrada anterior aludía, me parece que habrá quedado claro, a casos como los de show y look.
Un día están en el Diccionario y, como por arte de magia, al siguiente se esfumaron.

Por supuesto que habrán pasado años entre la inclusión y el defenestramiento.
Pero utilizo la hipérbole de ese imaginario abracadabra porque la vacilación impacta entre la gente que busca hacer las cosas bien.

Pero en la cancha, haces putting
Nada tiene de malo corregirse y enmendarse. Pero son casos como los de esos dos términos los que me recuerdan aquello de, “El que pispilea pierde”, la norma en uno de los juegos infantiles en mi país. El primero que parpadea cede el paso a otro competidor. Aquí, parpadea uno y no se da cuenta de que algo ha cambiado.
No debería extrañarnos si alguien concluye que ese sube-y-baja luce como una versión sin música de la “María” de Ricky Martin, “un pasito 'pa 'lante … un pasito 'pa 'trás”.
Salvo por aquellos que a diario lidiamos con el lenguaje (no hay necesidad de cuantificarlo, pero convengamos en que somos un porcentaje casi microscópico del universo total de hispanohablantes), nadie más anda por ahí con el DRAE a cuestas o tiene a la mano los recursos de consulta —o, de hecho, se preocupa por hacer consultas: si el término está en los medios o ingresó en su entorno, ahí quedó.
La respuesta completa a la pregunta de Ana Elvia en torno a cómo tratar con los extranjerismos, los aportes de otros idiomas a nuestra lengua, está aquí. Básicamente, si ya hay un término equivalente en español, cuyo significado sea el que se pretende transmitir, se usa el término en español.
Muchos neologismos en el habla común, el cotidiano decir de la calle, el que utilizamos todos, aún a sabiendas de que “así no se dice”, no son tal cosa. Reflejan nada más el hecho de que cada uno de nosotros opta a menudo por ser “paresito faraón” (como lo escuchamos aquí en la voz de Antoñita Romero): “en vez de la cuesta arriba, prefiero la cuesta abajo”. (La canción, por cierto, nos es más familiar a la gran mayoría en esta interpretación de Juan Legido y los Churumbeles de España, aunque youtube nos ofrece muchas otras versiones, como la de Amalia Rodrigues).
Se dice “lonchar” por pereza o por ignorancia, porque perfectamente deberíamos decir “voy a almorzar”, como también por pereza o ignorancia se dice “troca” para referirse a una camioneta, un “pick up truck”. Ni lonchar ni troca se merecen discusión.
Ahí están también las normas de la RAE para el tratamiento de lo que cataloga como extranjerismos necesarios o muy extendidos (categoría, por cierto, que podría explicar o justificar la inclusión esa, efímera al fin de cuentas, de show y look). Muy pocos disputarán el acierto del apartado 2.1, referido al mantenimiento de la grafía y pronunciación del idioma de origen.
Donde habrá, aun entre los mismos académicos, mucha tela que cortar, y donde naturalmente se impone esa orientación y guía de la RAE (porque llegamos al final de la ruta y necesitamos de un lazarillo, de cubierta a la intemperie) es en las decisiones sobre los apartados 2.2.a) y 2.2.b).
Un aparte, previa la conclusión de esta entrega.
Las normas pueden ser de reciente elaboración, pero reflejan  lo que ha sido usual en el idioma.
Papa, del quechua, y tomate, del nahua, se asimilaron sin problema alguno. Los franceses tuvieron que inventarse pomme de terre para el tubérculo y los italianos no se ruborizaron nada para referirse al humilde tomate como pomo d'oro (resumo, claro, hay mucho más sobre cada término).
O sea, los dos apartados esos son diáfanos y sintetizan lo que ha sucedido con nuestro idioma a lo largo de los siglos.
Se presupone, por otro lado, un conocimiento del lenguaje extranjero originario para entender por qué un término figura así con grafía española.
Quienes viven en Estados Unidos no tendrán problema para asimilar airbag en el español de uso cotidiano (sí, el DRAE nos autoriza a usar el término tal cual), pero doble contra sencillo que nadie dirá [airbág] como aconseja la Academia, sino que optará por [érbag], su enunciado en inglés.
¿Y qué de cruasán, como el DRAE nos autoriza ahora a españolizar el vocablo?
Para quien no tenga ni la más mínima idea del francés y se haya referido como “croisánt” al referido bollo (hablo de un contexto en el cual no hay ninguna descripción ni referencia adicional), cruasán les será de tan difícil comprensión como cualquier otro vocablo extranjero. (Me abstengo de siquiera pensar cuál será la reacción al mamotreto ese de cruasán entre los argentinos, con su medialuna —una broma, naturalmente, porque cruasán no ha sustituido a medialuna).
La RAE y sus correspondientes en el resto del mundo nos ayudan, nos guían, nos aconsejan. En la lengua de uso diario, es el sentido común, el discernimiento, lo que prima.
Ahí están los sufijos para hacer verbos de sustantivos.
Twist, dijimos antes no está en el Diccionario. Pero “se baila (o se bailaba) el twist”, no tuisteaba nadie. Y aunque la RAE no lo hubiese incluido jamás y golfear, el verbo español, signifique otra cosa en su acepción listada, ya la gente “golfeaba” o “iba a golfear” en las canchas de golf.
Un deporte, que por cierto, nos ofrece el verbo “to putt”, uno de los términos a los que jamás habrá de aplicarse la disposición esa que puede aplicarse a golf [golfear] y a Twitter [tuitear].
Doble contra sencillo que quien vaya a golfear en, por ejemplo, el hotel Biltmore de Coral Gables, ilustrado arriba, preferirá seguir dando de golpes cortos o "hacer putting" para enfilar la pelotita al hoyo antes que usar un verbo que, en el mejor de los casos, significaría proferir improperios o insultos y, en el peor, yogar por lucro.

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