Sunday, February 26, 2012

El que tiene más saliva…

Hidratación es un concepto que se aprende con facilidad.
Pruebe usted a vivir en lugar donde el clima se considera fresco cuando el termómetro registra 32 °C al amanecer y verá como, una vez que se aprenden, los beneficios de hidratarse le resultan algo así como una especie de sabiduría innata.
No que uno pueda presumir siempre de sabio o que la prudencia caracterice siempre su manera de actuar. En lo de hidratarse, digo.
Tanto mi infancia como mi adolescencia transcurrieron en el este de mi país.
Corona de Fuego: pintura de Joaquín Orellana
Hice mis estudios secundarios, por ejemplo, en la ciudad natal de mi madre, donde el sarcasmo de adolescentes nos hacía jactarnos de que hace ahí, “un clima tan frío que con frecuencia cae nieve”.
A lo mejor la frase la inventaron adolescentes de alguna generación previa, pero como nunca la escuché decir a personas mayores de la misma ciudad, estoy seguro de que la mía (mi generación, quiero decir) no se enfadará si le atribuyo la autoría.
Cuando se vive en un lugar así, calificativos a menudo asociados con calor —como tórrido, agobiante, abrasador, tropical, ardiente, asfixiante… y paro de contar— ingresan  rápidemente en nuestro léxico.
Igual que el tema ese de hidratarse.

A nivel minorista (presumo que ese sigue siendo el caso) una de las actividades más extendidas en toda la ciudad es la venta de agua fresca (helada, decimos, porque a menudo proviene del refrigerador o, en el peor de los casos si no hay un refrigerador a mano, se vende con hielo triturado).
Sólo que, a veces, va uno y se equivoca.
En vez de beber agua, opta por tomar refrescos de frutas naturales: mango, naranja, limón, mamey, piña, zapote, marañón, arrayán, anona, guanábana, entre otras.
No todas disponibles todo el tiempo, claro está.
Todas esas bebidas de jugos naturales, por supuesto, refrescan.
Pero no obstante su contenido de agua, con el tiempo (y más si se practica algún deporte) uno aprende que para hidratar el organismo, no hay refresco que valga.
En las inmortales palabras de Bobby Boucher, el aguatero que Adam Sandler encarnó hace ya unos años en la pantalla grande, para hidratar, nada como la pura H2O.
Dado su alto contenido de azúcar, refrescos tales como uno de los más deliciosos y apetecidos, el de tiste, pueden hacer que uno termine no sólo no hidratándose, sino que necesitando de mucha más agua de la que normalmente utilizaría para hidratarse.
El DRAE nos dice que tiste proviene del nahua textli, cosa molida, y lo define como una “bebida refrescante que se prepara con harina de maíz tostado, cacao, achiote y azúcar” propia del área centroamericana. (Lo de achiote no sé de dónde sale, pero como al fin y al cabo lo culinario engrosa mi nutrida lista de áreas en la que no tengo experiencia alguna, voy a tomarle la palabra al mataburros).
Si se detienen un poco en la definición previamente citada y en esta a continuación, se darán cuenta de que el tiste de marras no es otra cosa que los llamados pinolillo o pinole, las variedades regionales endulzadas de pinol, el producto mesoamericano cuyo nombre, según esta entrada de Wikipedia, deviene de pinolli, término nahua que significa (atención al redoblar de tambores) harina de maíz.   Nada de sarcasmo con lo del redoblar de tambores.
Apunto nada más a que en su definición de pinole, el
DRAE nos dice lo siguiente:


pinole.
(Del nahua pinolli).
1. m. Mezcla de polvos de vainilla y otras especias aromáticas, que venía de América y servía para echarla en el chocolate, al cual daba exquisito olor y sabor.
2. m. Méx. Harina de maíz tostado, a veces endulzada y mezclada con cacao, canela o anís.


Básicamente, pues, que anda uno de manera constante dándole vuelta a las mismas cosas y, quiérase o no, retornando inevitablemente al punto de partida.
Lo cual no significa que a pesar de las coincidencias y la comunidad de criterios entre la sabiduría colegiada y los esfuerzos individuales, deba uno —como ya decíamos en una entrega previa— seguir todo a pie juntillas y ahorrarse el trabajo de discernir, de indagar un poco por cuenta propia.
Verán, en el hiperenlace de Wikipedia, que el dicho popular, “No se puede chiflar y comer pinole” se explica como esas “circunstancias en las cuales las personas desean hacer dos actividades incompatibles a la vez”, cuando el concepto para mí es otro.
Menos acertada todavía es la explicación que se da al otro dicho en la entrada de Wikipedia: “El que tiene más saliva come más pinol” (pinole, según la cita en el hiperenlace).
Con ese dicho, dice la entrada, se hace “alusión a personas que saben mucho de una actividad o tienen habilidad en algo y pueden aprovechar esa habilidad para mejorar su trabajo o en general su vida”.
Bien podría ser ese el significado que alguien le atribuya a la expresión.
Tal como yo lo he escuchado, el dicho no tiene nada que ver con habilidades más o menos determinantes de la habilidad en el trabajo o del estilo y calidad de vida.
Es una variación, simple y llana, de aquello de que “el pez más grande se come al chico”. O, dicho de otra forma, que mientras más capacidad tenga alguien en influir la manera en que algo habrá de hacerse, mayor será la posibilidad de que los resultados se acomoden a sus expectativas.



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