Sunday, February 19, 2012

Sonidos del Silencio

Una de mis nietas, la número nueve, celebró hoy, domingo 19, su cumpleaños número dos. (Otra más, la número diez, lo celebrará dentro de exactamente una semana).
Nada que ver, ninguna de las dos ocasiones, dirá más de alguno, con el idioma y temas relacionados de que se trata este blog. Totalmente de acuerdo.
Pero aguántenme un pelín y verán cómo la mención sí viene a cuento. Al menos confío en que así sea.
Sin temor alguno, pero con galantería
Muchas veces las cosas suceden de manera inesperada.
Hace apenas unos días, por ejemplo, veía en la TV la competencia anual entre maestros de Jeopardy, el programa ese donde gana el competidor que más rápido responda cuál es la pregunta que corresponde a la definición enunciada por su conductor, Alex Trebek. (OK, OK. Gana quien al final acumula más pasta, pero me refiero a las preguntas individuales, no al resultado del programa).
En la entrevista de rigor dentro del programa, una de las participantes, Jessica Dell'Erea, mencionó que tiene sinestesia, la condición esa por la cual hay personas que básicamente “ven” números o letras con un cierto color.


Es más complicado y más interesante que el resumen anterior, pero para eso está el hiperenlace.
No pasaron muchos días (qué sé yo, lo mismo pudieron ser horas) cuando veo en el muro de facebook de una amiga y colega, Mariana (a quien ya he mencionado previamente en una entrega anterior), algo que ella comparte de alguno de sus contactos, referido a un experimento que llevó a cabo el diario Washington Post.
Según los detalles en este hiperenlace, el experimento del Post en una estación del metro del Distrito de Columbia data de hace ya algún tiempo.
Y la sinestesia a la que se refirió la maestra Dell'Erea, queda claro, nada tiene que ver con la figura retórica que nos define aquí el DRAE.
La conjugación sensorial me había llamado la atención hace ya varios años, al leer una de las obras de uno de mis científicos preferidos, el premio Nobel de Física Richard Feynman, cuyos diagramas contribuyeron muchísimo a mi limitada comprensión de la física cuántica. (Ningún alarde, la mención, como tampoco falsa modestia eso de que la comprensión es limitada, porque carezco de la matemática avanzada necesaria para llegar a un total entendimiento).
[Genio total el maestro Feynman. Irreverente e hilarante como pocos. Si tienen la oportunidad de hacerse con una edición de Surely You Are Joking, Mr. Feynman (Adventures of a Curious Character) —que inicialmente salió al mercado en 1985 y por primera vez se publicó en rústica hace ya 15 años— uno de sus capítulos, O Americano, Outra Vez!, les hará desternillarse. La verdad sea dicha, muchos otros capítulos lo harán.]
Es en lo que llamaremos continuación del libro ese, What Do You Care What Other People Think?: Further Adventures of a Curious Character, que Feynman menciona su experiencia sinestética y en el cual relata (ambos libros se basan en grabaciones de entrevistas con el científico recopiladas y editadas por Ralph Leighton) cómo, “Cuando veo ecuaciones, las letras las veo en colores —no sé por qué.” Corolario este último que alguien ha interpretado (dudosamente, pienso yo) como una aseveración de que Feynman desconocía que la sinestesia era parte de su naturaleza.
Ambas cosas, digo, la mención por demás al azar de sinestesia en uno de mis programas favoritos (no que todo el tiempo tenga oportunidad de verlo) y el recuento por mi amiga (quien tiene su propio blog, aunque las entregas no son todo lo frecuentes que a ella misma le gustaría fuesen) del experimento del Post me hicieron pensar en que uno, en verdad, falla muchas veces en detenerse un poco (¿será mejor decir un mucho?) a apreciar la belleza intrínseca del lenguaje.
Releo, por ejemplo, uno de mis poemas preferidos (reproducido al tope), que todos aquellos que andamos en las cosas del idioma deberíamos, creo, tener siempre en mente.
Y esa obra del maestro Paz (esto lo he dicho ya por otros motivos y en circunstancias totalmente distintas de manera que, créanme, no se trata en modo alguno de estar soltando nombres a diestra y siniestra como para comprobar que sí, vaya, he leído) va acompañada, casi siempre que la menciono, de otra no menos impresionante de un Nobel de Literatura, Pablo Neruda:


Luminosas y resplandecientes, como el oro


Lee uno las definiciones de sinestesia (en términos de biopsicología, me atrevo a calificar, ya que estamos hablando de conjugación sensorial pero no necesariamente en un sentido fisiológico) y piensa cuán maravilloso debe de ser eso de que una letra pueda generar en uno sensaciones así.
Y a pesar de lo impresionante que pueda ser, pienso por otra parte que esa tercera acepción del DRAE:


3. f. Ret. Tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales. Soledad sonora. Verde chillón.


debería ser más que una definición, tal vez una invitación que debería bastarnos para no andar todo el tiempo (así el trajín diario y las distracciones mundanas nos acogoten) a tontas y a locas, como autómata presuroso para abordar el tren que ni siquiera permite a la belleza de la música engalanar su día.
Soledad sonora, ilustra el mataburros lo que es sinestesia. Y nada hay de solitario en lo que se me viene a la mente, ese fabuloso clásico de Simon & Garfunkel, aquí en una versión más reciente y con mejor calidad de audio que una más clásica, de hace ya décadas.
The Sounds of Silence (ese es el título que Garfunkel enuncia en esa segunda y más antigua de las versiones de la canción que ahora se conoce como The Sound of Silence y también figura así, Sounds, en la carátula del elepé de hace casi medio siglo) revoloteaban por ahí en la mente del cantautor, Paul Simon, desde mucho antes de que la letra se plasmase en definitiva en 1964, un 19 de febrero.
Así que me detengo, pues, a meditar, y aunque (como sucede con muchas de las otras personas a quienes amo) la distancia me impide escuchar a mi nieta en su cumpleaños, dejo hoy, domingo 19, que en mi silencio resuenen los sonidos de su felicidad.

7 comments:

  1. Norma
    Sun, Feb 19, 2012 at 11:08 PM
    Pero aguántenme un pelín ... Esta expresión viene de: aguántate un pelo, que tiene muchas variantes, me llamó la atención porque nunca la había escuchado (leído en este caso) a alguien que no sea venezolano, o por lo menos haya vivido allá.
    ¿Será que se usa en otros países de habla española?
    Saludos.
    --
    Sí, se usa en otros países, Norma. Igual, tengo tantos años de vivir fuera de mi país y aún estando ahí tuve siempre contacto con gente de muchas otras nacionalidades, que lo mismo la pude haber recogido de alguien que no fuese mi compatriota.
    Gracias por el comentario.
    Saludos,

    ReplyDelete
  2. Muy buena la disertación acerca de sinestesia, palabra que desconocía que existiera para la definición de lo que muchas veces sentimos al escuchar un discurso o una palabra importante de nuestra existencia. Quizás por eso la radiofonía con sus parloteos, dispara de una manera única todo tipo de sensaciones.

    ReplyDelete
  3. Gracias. La verdad, es un tanto intrigante la condición esa y sí, es bien probable que a eso se deba el impacto de la radiofonía.

    ReplyDelete
  4. Recién encontré el tiempo de retomar la lectura de tu blog. Tenía pendientes como 7 u 8 posts. Qué panzada mes estoy dando! BBM

    ReplyDelete