Friday, February 10, 2012

Listo para el "finde"

“¡Mmmm, pues yo diferencio entre bañera de hidromasaje y jacuzzi!”, chateaba una amiga sevillana, horas después de que A pie juntillas estuviera por ahí en la web. Y coincidimos en que, como ya dijimos antes, no se trata de si adaptar o no las voces extranjeras a la grafía española es permisible.
El tema es cuándo esa búsqueda de uniformidad es aconsejable.
Eleva una cometa, no solo en "finde" 
En el caso de jacuzzi, creemos, no lo es, por cuanto la condición de marca registrada lo prohíbe. Y por otro lado, está esa visible discrepancia de la RAE: mientras el Diccionario Panhispánico de Dudas sugiere adaptar la grafía, el DRAE mantiene la original.
Nada de eso supone desconocer lo que con frecuencia se da a nivel de uso popular.
Se pide un Kleenex®, aunque esté claramente a la vista en el paquete que se trata de una toallita desechable de otra marca. Y ya nadie usa más pañales desechables, sino que Pampers®, aunque —de nuevo— sea otro el fabricante.
Hay por lo menos un país de América Latina en donde la gente llega todavía a las tiendas a pedir Fab (un detergente para lavar ropa que al parecer dejó de comercializarse hace muchos años en ese país). Cualquiera de nosotros puede traer a cuento casos similares.

La utilización de nombres propios (que al cabo en eso consiste una marca registrada) para designar de manera genérica productos similares es algo generalizado y no significa, necesariamente, que debamos esperar la inclusión de todos esos términos (como jacuzzi) en el Diccionario (de nuevo, volvemos al tema de que no es o no debería ser un simple listado de palabras).
La cuestión de los neologismos superfluos o innecesarios se da en casos como el de lonchar o troca, que mencionábamos previamente, o de prepararse uno para disfrutar del “güiken”, como apunta en un email Maartha, una ex colega de trabajo.
Pereza, ignorancia o como quiera llamársele, pero si lo que queremos es economía de palabras prefiero anticipar la llegada del “finde” (versión recortada del “fin de semana” que registra el mataburros), como acostumbran en la actualidad muchas jóvenes lectoras, a pecar de ignorante.
Un comentario que Rubén ha dejado al pie de Lo que llamamos rosa resume mucho de lo que planteamos en este blog. Su mención de gol nos hace recordar que es en el deporte donde por lo general se da muchas veces esa fusión gradual de los idiomas.
Se decía hace décadas del pequeñín hábil para evadir a los rivales que era bueno para driblar, aunque no se tuviera conocimiento alguno del origen inglés de la palabra, y todo el mundo chuta o fintea en la cancha.
Ninguno de esos cuatro vocablos, como puede verse, es de origen español.

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